David Choquehuanca, quien será mucho mejor colocado en su contexto oportuno si se añade que es el ministro de Asuntos Exteriores del gobierno que preside Evo Morales, ha fijado la fecha en la que ha de desaparecer de Bolivia el capitalismo: la del 21 de diciembre de 2012, aireada ya de antemano por el cine catastrofista €el más afín a desapariciones de ese estilo€ porque, como recordó el ministro Choquehuanca, coincide con el final del calendario maya. Choquehuanca ha asegurado que, gracias a tan insólita disposición planetaria, el viernes de la penúltima semana del año será el final del egoísmo, de la división y de la coca-cola.

Así, a primera vista, no queda demasiado claro por qué la caída de los vicios centrífugos tiene que llevar implicada la desaparición de un refresco con gas. En particular, de la coca-cola. El espíritu de las afirmaciones del ministro, que, de paso, es ideólogo de la cosmovisión aymara, tiene que ver con sus deseos de que lo que de verdad se derrumbe el día de la coincidencia planetaria sea el capitalismo. Así que los amantes de la coca-cola no van a tener tampoco el consuelo, quizá menor, de la pepsi. Pero como no se trata de recibir el final del egoísmo jorobando a la gente, el cosmovisionario ha apuntado una alternativa: el mocochinche, nombre que es €en contra de lo que parece€ el de una bebida alternativa hecha a base de jugo de durazno.

Cabe preocuparse ante la perspectiva de cambios tan profundos e inmediatos. Apenas va a dar tempo de que termine el verano, es decir, de saber si entre la señora Merkel y el Banco Central Europeo nos dejan respirar un poco o llega el temido rescate, y ya nos metemos en el mes de diciembre con los planetas en línea, venga a liarla. Pero tampoco es cosa de desfallecer de antemano; lo bueno que tienen las profecías a plazo corto es que resulta muy fácil comprobar si se cumplen o no. Los profetas serios suelen remitirse a las calendas griegas poniendo mucho cuidado en no precisar ni por aproximación de qué milenio; de tal suerte, da tiempo a que desaparezcan la coca-cola, el capitalismo y hasta el imperio romano. Que se vayan además el egoísmo y la división va a ser asunto mucho más complejo, porque lo más probable es que formen parte de la naturaleza humana.

Pero quién sabe: a lo mejor venga a ingerir mocochinche o cualquier otro de los derivados que haya del melocotón nos volvemos todos de lo más unitario y altruista. Me pregunto si, logrado semejante objetivo, no nos dejarían tomarnos de vez en cuando una coca-cola, aunque sea sin azúcar.