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Adelfas y lavanda

En su casa de vacaciones en la isla Sylt, el ministro de Finanzas alemán Wolfgang Schäuble recibió a Timothy Geithner, secretario del Tesoro de EE UU. Esa misma isla representaba ser Martha´s Vineyard en el rodaje de El escritor, de Polanski. Geithner recordó que la reelección de Obama del próximo noviembre dependía de la economía y urgió a tomar medidas para resolver la crisis de deuda porque la parálisis europea estanca la economía americana, que lejos del crecimiento sostenido, sigue sin bajar de los trece millones de desempleados. Obama no tiene asegurada su reelección en la campaña electoral más cara de la historia y de vencer los republicanos con el Tea Party crecido, se incrementarían los riesgos de división en la sociedad americana. Geithner se fue de vacío pero con promesas para el inicio del otoño, cuando el Tribunal Constitucional alemán, el próximo 12 de septiembre respalde el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) que ya ha sido aprobado por quince de los diecisiete países de la eurozona.

En Fráncfort, Mario Draghi se vio obligado a matizarse ante la contundencia de Jens Weidmann, el presidente del Bundesbank. Draghi pareció por el momento maniatado por Weidmann. Mario Monti, tras su viaje a Finlandia y París, llegó a Madrid a entrevistarse con Mariano Rajoy y ambos se aferraron a los acuerdos de la cumbre europea del 28 y 29 de junio en Bruselas después de reiterar la ortodoxia de los ajustes y las reformas y se mostraron partidarios de una mayor unión fiscal y bancaria, considerando inaceptables las diferencias en la financiación en países de la misma zona monetaria por las que uno se financia a coste cero mientras otros lo hacen más allá del 6 %. Demandaron que el BCE compre deuda secundaria e intervenga directamente ante la deuda italiana y española y se mostraron abiertos a entrar en el nuevo mecanismo de rescate cuando se conozcan las nuevas modalidades que anunció Draghi.

Tendremos que esperar al otoño para despejar la incógnita de si tenemos un Banco Central Europeo o sólo contamos con el Bundesbank. Esperar a septiembre para ver si la estrategia de Merkel sigue siendo la del Bundesbank y su campaña electoral hacia el 2013 se basa en los grandes resultados de la economía alemana a costa de hundir la zona euro y demonizar a pueblos enteros, los del sur, como griegos, italianos, españoles e incluso franceses. Habrá que continuar esperando para ver si la política alemana sigue siendo «guardián de los contribuyentes alemanes» pero profundamente insolidaria con Europa e indiferente ante el coste social de la política de ajustes que perjudica más y más a los países más afectados por la crisis. Lo ha expresado con claridad Mario Monti: «Las tensiones que acompañan a la eurozona en los últimos años llevan implícita la semilla de la disolución psicológica de Europa». De proseguir la actual orientación aumentará la frontera entre norte y sur, entre acreedores y deudores, en un camino hacia un mayor desequilibrio y la idea de la Europa de las dos velocidades se extiende peligrosamente entre ciertas élites alemanas.

El año próximo celebraremos el centenario del nacimiento de Albert Camus, quien en 1944 y desde la clandestinidad escribió «Carta a un amigo alemán», en el que definía su idea de Europa: «Ni Fausto ni don Quijote estaban hechos para vencerse el uno al otro». Es cierto que era otra época, pero Camus sostenía que «Europa no existió más que en la lucha entre el mediodía y la medianoche y una civilización viva no puede constituirse fuera de esta tensión, es decir, sin esta tradición mediterránea largo tiempo descuidada». Los escritos de un hombre europeo de posguerra tal vez aporten algo de coraje frente al miedo de las incertidumbres actuales. Habrá que retornar a la obra de este escritor enterrado en Lourmarin entre adelfas y lavanda, en la más sencilla de las tumbas.

Aplazar las decisiones no es ganar tiempo, sino perderlo, dejar que crezca peligrosamente el sálvese quien pueda. Es hora de un nuevo impulso, devolver el protagonismo a las instituciones europeas desde la pluralidad y la diversidad, de restablecer el equilibrio en Europa. Camus soñaba con una única patria entre Francia, Italia y España, en una Europa diversa y plural. Fue siempre el mejor amigo de España: «La sola tierra donde me siento claramente yo mismo, el único país del mundo en que se sabe fundir en una exigencia superior el amor a vivir y la desesperación de vivir».

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