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Mordiscos verbales

Martín Pacheco

Teoría. Aquí, al menos y también aquí, nadie promueve la argumentación ni la contraargumentación, la crítica ni la autocrítica, es decir: un uso razonable de la razón. Parece que el destino de todo debate sea el de tener razón o el de que te den la razón, cuando la razón es una capacidad cuyo destino es clarificar: aproximarse a la verdad posible y destruir los errores que nos alejan de ella. Nadie, sin embargo, nos ha enseñado a recibir una crítica sin entenderla como una ofensa personal: el «perdón, creo que aquí cometes un error», lo recibimos como un «es usted un zoquete» y un ataque con segundas intenciones. Nadie nos ha enseñado a formular una crítica sin ejercer una violencia dialéctica que busca acallar al adversario, vencer al enemigo que «me discute», ponerlo en su sitio: decimos «es usted ridículo y no dice más que tonterías» y no «creo que se equivoca». Ni escuchamos, ni respondemos: gritamos, jaleamos y aplaudimos los mordiscos verbales más suculentos.

Aplicación de la teoría. La bancada del partido de la mayoría en el parlamento permanecía en silencio mientras Pérez Rubalcaba le argumentaba al presidente de Gobierno la necesidad de que dimitiera. En su réplica, los diputados continuaban en silencio hasta que Rajoy dijo: «Yo no voy a hacer como otros que dicen "y tú más", justamente hoy que sería oportuno», refiriéndose a los EREs de Andalucía. En ese momento, la bancada aplaudió a rabiar, nunca mejor dicho: poco importaba que Rajoy estuviera haciendo lo que decía que no iba a hacer ni que su coz dialéctica no respondiera en punto alguno a las críticas y argumentos recién formulados por la oposición. Sólo quería contentar a los suyos y acallar a los adversarios. Por lo demás, sin conseguirlo.

Me permito, aquí también, una defensa no solicitada y quizá inoportuna de Ana Botella, con la que discrepo, por otra parte, en casi todo lo que dice y hace. La jauría social y mediática ha encontrado otra pieza a la que vejar y ridiculizar. ¡Qué poco importa la ignorancia propia si podemos sublimarla con la ajena! Produce perplejidad escuchar a gentes que destrozan el castellano, ignoran, maltratan o desprecian el valenciano y desconocen el inglés o cualquier otra lengua, burlarse sin reflexión ni autocrítica del discurso de la alcaldesa de Madrid ante el COI. A mí me parece que hubiera sido mejor que se expresara en castellano (idioma que ya le cuesta un esfuerzo), pero le reconozco el mérito de hacerlo en una lengua que no domina (y nos domina), el entusiasmo con el que se expresó y su sentido del humor, que no comparto y discuto.

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