Incomprensible para el lugareño: gentes de ciudad que se apostan en grupo, al filo de la noche, para escuchar el bramido del ciervo que afirma su voluntad de hacerse con un territorio, en el que poseer a las hembras y perpetuarse. Pasión remanente del humano por lo salvaje, lo que aún se salva de su dominación. Reconciliación con su propio fondo animal, reencuentro con él, millones de años de evolución por medio. ¿Un modo, al fin, de hablar con los antepasados? Identificación de la llamada de la vida, genuina, primaria y acultural, surgida directamente de sus mandatos elementales. La voz de un ego en estado puro, intacto, brutal, ignorante, que se alza para chocar con los demás egos, y, tras medirse y conocer los límites, hacerse con una propiedad de terreno y sexo. En el fondo del fondo: ¿un autorretrato del que escucha, de su íntima voluntad de poder, en el que se mira y se recrea?