Hay tres tipos de niebla, irradiación, advección y evaporación. La niebla de irradiación se forma principalmente en otoño y en invierno y se debe al intenso enfriamiento del suelo durante la noche, lo cual transmite frialdad al aire, al irse enfriando el aire va incrementándose su grado de humedad. Cuando la temperatura baja por debajo del punto de rocío el aire se condensa en forma de niebla. La niebla está formada por minúsculas gotas líquidas. Las condiciones porque se forme este fenómeno son vientos débiles que provoquen turbulencia y transfieran la humedad de superficie a niveles más altos, cielo sereno que favorece el enfriamiento durante la noche e incremento de humedad, e inversión térmica. Con viento encalmado es complicado que se forme niebla de irradiación, pero los vientos fuertes la disipan. La niebla de advección es más fácil de observar al litoral. Se produce por la llegada de una demasiada de aire cálida en niveles medios y altos troposféricos. El contraste térmico entre el aire cálido y la superficie fría del mar provoca la condensación del aire encima el mar, y el viento que acompaña este fenómeno provoca que la niebla se adentre dentro del continente, pero a pocos centenares de metros de la playa acostumbra a disiparse. Esta niebla es típica de la primavera e inicios de verano. La niebla de evaporación es muy complicada de observar en verano o finales de primavera, puesto que necesita de un gran contraste térmico entre la temperatura del aire y del agua, además de una elevada humedad que en verano es menos frecuente, se ve más a menudo en otoño y en invierno. Se produce por la condensación del aire encima de las superficies líquidas.

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