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La lámpara de las cinco pantorrillas

Hoy miércoles a las siete de la tarde el acontecimiento erótico de Valencia emerge en pleno barrio del Carmen, en un curioso local llamado «69», que está presidido por una lámpara de cinco pantorrilas. Normalmente las lámparas de pie tienen una pierna, pero esta singular construcción iluminatoria está colgada del techo, ataviada por cinco piernas de plástico tipo exhibidor de medias de las antiguas mercerías.

Este sitio que no sé si llamar tienda o centro cultural está regentado por Fabrizio Campisi, un amante del sexo que cierto día decidió transformar su afición en medio de vida. Aunque nació en Palermo empezó en la puritana Roma poniendo un distribuidor automático de productos eróticos en un edificio que resultó ser propiedad de un líder izquierdista italiano que viaja en yate. En Italia tanto la izquierda como la derecha parecen estar siempre genuflexas ante el Vaticano para garantizar su vida en el Más Allá, y por ello no tardaron en presionarle para que cerrara. Fabrizio buscó una ciudad idónea para vivir su sexualizada vida y al final recaló en Valencia, que le pareció ideal frente al dinamismo plástico de Barcelona. Aquello le parece un Hollywood donde todo aparece y desaparece rápidamente.

Valencia le parecía mucho más artesanal y cercana, con políticos caricaturescos de su patria siciliana. Hace un año abrió su espacio erótico en un bajo de la calle Beltrán Bigorra, la zona antigua de la Casa de la Misericordia. Allí empezó a desarrollar todo tipo de actividades lujuriosas desde un prisma eminentemente cultural y antropológico. Por ejemplo hoy miércoles hay una exhibición de «shibari», la técnica japonesa de dominación de las mujeres de los guerreros vencidos. En siglos XVI y sucesivos las leyes niponas prohibían ejercer las violencia sobre las féminas, pero los samurais se divertían atándolas drásticamente sin tocarlas.

Si un prisionero lograba escapar de los nudos, el samurai perdía su honor y estaba obligado a hacerse el harakiri. De aquella lejana tradición nació el moderno arte «shibari» que se desarrolla como práctica estética que, al devenir práctica sexual, se transformó en «bondage». José Pla, manitas del bricolaje que dirige una inmobiliaria y «pilotari», se ha convertido en el maestro valenciano de este espectáculo. Tiene la suerte de que Carla González sea su acompañante apasionada en esta aventura. El «69» presenta prácticamente todos los días una propuesta distinta: taller de cuerdas, masaje erótico, cinefórum y un largo etcétera. Bajo la lámpara de las cinco pantorrillas se desarrollan todas estas actividades escabrosas que demuestran cierta vitalidad ciudadana de Valencia. Fabrizio lo resumen diciendo que en su casa pretende que se desarrolle una sexualidad sin traumas que haga al ser humano feliz.

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