Valga un párrafo de un libo muy leído, El dilema de España (Ed. Península, 2014), de Luis Garicano (London School of Economics): «Desde el extranjero muchos no éramos conscientes de que Valencia funcionaba como una auténtica república bananera, a pesar de las numerosas pistas que dejaba: las regatas, las carreras de Fórmula 1, la faraónica Ciudad de las Artes y las Ciencias€». El autor es poco sospechoso de partidismo, ya muy escéptico sobre la voluntad de los políticos de reconducir un país que hace treinta años considerábamos moderno.

Esta dura cita puede enmarcar las manifestaciones del próximo viernes, convocadas por más de una treintena de organizaciones sociales, sindicatos y partidos políticos para pedir dimisiones y elecciones anticipadas. Aunque sobran razones para esta reacción, es obligado señalar que la lista de agravios que esta convocatoria agrupa puede ser demasiado larga y heterogénea con inevitables contradicciones entre los objetivos y razones de las organizaciones convocantes.

En las repúblicas bananeras con las que exageradamente compara Garicano a la Comunitat Valenciana (CV) existen movimientos populares o populistas que cambian poderes políticos que nunca nacieron de procesos democráticos. Es difícil asimilar que en una región de la Unión Europea las manifestaciones den resultados análogos. Aquellos que pensamos que Fabra y su Consell estás sobrepasados y que deben abandonar civilizadamente sus actuales responsabilidades, vamos a vivir una semana de una difícil reflexión sobre responsabilidades democráticas.

Mientras cada uno resuelve sus dudas, apuntar que aquellos partidos políticos que también convocan parecen hacerlo bajo la hipótesis de la no consecución del logro enunciado (dimisiones en el marco del Estatut). Sin embargo, su intuición acerca que el PP de la CV no cederá puede que no sea un acontecimiento de probabilidad nula, aunque no sea muy alta.

¿Qué ocurriría si la tarjeta apareciera? Habría un día después en momentos de primarias internas y de elecciones europeas en el calendario. En este caso ya deberían saber qué hacer y qué alternativa presentar. Es muy preocupante que nada sustantivo se les haya oído al respecto. Desgraciadamente, en este hipotético día después los intereses de la inmensa deuda seguirán su deriva, el déficit no se habrá controlado, habrá que hablar con Rajoy, Europa no habrá cejado en sus exigencias y los colectivos que el viernes les acompañarán en las concentraciones, con toda legitimidad, seguirán con sus quejas y reivindicaciones. Las organizaciones ciudadanas no van a tener la obligación de formar gobierno, al contrario que los partidos presentes en Les Corts, o quien quiera gane unas supuestas elecciones anticipadas.

Quedan menos de tres meses para las europeas, que pueden proporcionar unas elecciones autonómicas low cost. Dentro de muy pocos días ello ya no será posible, en cuyo caso, al tener que transcurrir al menos tres meses entre dos convocatorias electorales nos situamos como mínimo en septiembre. Durante este tiempo, los problemas seguirán agravándose.

El negativo de la foto de una manifestación difiere mucho dependiendo si al día siguiente se van a seguir revindicando partidas del presupuesto o se va a estar al otro lado de la mesa. Una mínima prudencia intelectual aconseja tener algo preparado, no sea que Fabra asuma la tarjeta y el 25 de mayo haya dos urnas en las que votar.

Al ritmo de la actualidad, un apunte más sobre la complejidad de la situación financiera de la CV y la falta de coherencia con la que actúa el Consell. El mismo día en el que Rajoy no decía nada donde debía hacerlo sobre el modelo de financiación de las comunidades autónomas (CC AA), su ministro de Exteriores se explayaba en Valencia, proponiendo un nuevo modelo «que sirva a la vez para corregir la demanda de servicios públicos y para distribuir de forma más equitativa los recursos que financian esos servicios», con «corresponsabilidad fiscal» y que «deje espacios de recaudación propia» a todas y cada una de las CC AA. No es el momento de juzgar la propuesta, pero sí de denunciar la falta de rigor que supuso añadir que «probablemente» esta idea le «costase alguna llamada de teléfono con el ministro de Hacienda». Todo parece de un frívolo impropio de un Gobierno con ideas claras.

Por si no fuera poco aceptable el rigor ministerial, la alarma mental sonó al escuchar al conseller Moragues diciendo que la propuesta le parecía «muy interesante». Con la deuda ahogándonos, los responsables de gestionarla todavía hablando de hipótesis. Textualmente: «Habrá que hablarlo, discutirlo, verlo, consensuarlo y conciliarlo con el Ministerio de Hacienda y con el Consejo de Política Fiscal y Financiera pero me parecen unas reflexiones muy interesantes». Las palabras de Moragues eran las de un contable apurado cuyo único objetivo es llegar a fin de mes sea como sea y que no sabe cómo solucionar el próximo pago: ¿más FLA si Montoro quiere y puede?, ¿nueva formas de reparto entre CC AA?, ¿corresponsabilidad fiscal? Al parecer, cualquier cosa sirve, pero ninguna ha sido cuantificada.

Desde la conselleria se cambia cada dos por tres: en enero, pocas semanas después de aprobar el Presupuesto 2014, se pidieron 1.500 millones como vitales. Después llegó la reunión con otras CC AA sobre un nuevo reparto. A finales de febrero, resulta que lo primero es la reforma fiscal (cuyo borrador los expertos entregaron al Gobierno el pasado viernes y a la que inevitablemente le queda un recorrido de meses) y luego la reforma de la financiación autonómica y la afirmación de que «es fundamental que se liguen ambas». Tomen nota algunos de los manifestantes respecto a los taxímetros de la deuda que no se paran.

Para seguir con metáforas futboleras, coincidirán en que la tarjeta roja más sublime es la que se recibe para evitar un gol. Es un sacrificio personal para defender al colectivo con el que se juega. Ignoro si Fabra entenderá que la situación en la CV es extraordinaria. Uno, desde su ingenuidad, piensa en cosas tales como: gobiernos de concentración hasta las elecciones; pactos explicados a la ciudadanía, etcétera. Todas ellos episodios poco frecuentes en las repúblicas a las que Garicano se refería, desde su refugio londinense. Entre tanto, muchas personas de dentro y de fuera del Consell deberían meditar sobre todo lo que tendrán que hacer el día después.