Los encontramos en 1854, el afán expansionista de la Rusia imperial llega hasta las aguas del Mar Negro, donde en la región de Crimea están asentando uno de sus más importantes bastiones para su expansionismo naval. Una alianza de naciones; entre las cuales se encuentra el imperio Otomano, el inglés y el francés, ve como una amenaza la salida al Mediterráneo del imperio de los Zares, por lo que estalla la guerra de Crimea. Con la intención de sitiar la ciudad de Sebastopol por el sur, una flota de varias decenas de barcos se situó cerca de sus costas. El buque estrella de esta armada era el "Principe", un modernísimo barco inglés de vapor, que tenía una tripulación de 150 hombres y que transportaba en su carga, entre otras cosas, los uniformes de invierno de los soldados que sitiaban la ciudad por el flanco norte.

A 14 de noviembre de 1854 un acontecimiento meteorológico de gran virulencia provocaba un desastre de grandes proporciones en la armada aliada. Posteriormente en la Revista Marina de Rusia se publicaría la siguiente nota: «Los marineros que estuvieron en peligro en todos los mares nunca vieron tal tempestad. Imagínense un viento horroroso, que parece capaz de hacer caer las montañas, lluvias torrenciales, granizo que golpea con belicosidad todo lo que encuentra en su camino y, al fin, el mar enloquecido, cuyas olas alcanzan por su dimensión el tamaño de los montes. Hasta si lo imaginan no tendrán el cuadro completo de lo que sucedió». Dicho acontecimiento provocó que cerca de 60 barcos y 1500 marineros murieran ahogados por las inclemencias meteorológicas. Entre las víctimas están los casi 150 tripulantes del «Príncipe» y su valioso contenido, sin el que los soldados aliados; acampados en el sitio de Sebastopol, sufrieron de frío y enfermedades relacionadas con el azote de los elementos.

La guerra de Crimea, pese a todos los problemas que ocasionaron las inclemencias meteorológicas, fue ganada por el bando aliado puesto que estaba más avanzado tecnológicamente. Pero a raíz de esta experiencia tanto ingleses como franceses comenzaron a dar mucha más importancia al conocimiento de las condiciones meteorológicas en el campo de batalla y a la posibilidad de predecirlas. Mientras que en el Reino Unido se centraron principalmente en su observación, en Francia, comenzando por esto, fueron un paso más allá y apoyados en la tecnología del telégrafo y con instrumentos de medición meteorológica y la observación del cielo podían emitir informes meteorológicos y avisos de tiempo adverso. Estas redes de observación pusieron los fundamentos para dibujar los primeros mapas isobáricos, cuya utilidad se demuestra fehacientemente, dado que aún hoy en día se siguen utilizando. Así pues, todo hace indicar que con la funesta guerra de Crimea, y sus numerosas bajas como consecuencia de las inclemencias del tiempo, comenzó a gestarse el embrión de la ciencia meteorológica en la civilización.