Le reconozco a cualquier trabajador el derecho a reivindicar mejoras en sus condiciones laborales, pero los que trabajamos en la Administración debemos pensar también en los ciudadanos y no contribuir al deterioro de los servicios públicos. Me refiero al intento, en algunos centros de Infantil y Primaria de la Comunitat Valenciana, de adoptar un horario continuo, según el cual la docencia se impartiría de nueve de la mañana a dos de la tarde, agrupando tres sesiones de cuarenta y cinco minutos antes y después de una pausa de media hora, como horario escolar obligatorio.

Sorprende que en un país en el que habíamos logrado la integración profesional de padres y madres, sin distinción, se proponga un horario docente que no se adecúa en absoluto con la conciliación de la vida familiar y laboral. Lo peor es que cuando se trata de justificar este cambio de horario, que puede dar pie a la desaparición de los comedores escolares, se argumenta que éstos serían la pieza en la que se articularía un horario de tarde optativo dedicado a actividades extraescolares patrocinadas por las AMPA o por los propios padres.

La propuesta de modificación del horario escolar que se pretende para los centros públicos (no conozco ningún centro privado o concertado que lo haga) supondría un golpe más a la escuela pública y contribuiría a degradarla en favor de la privada. El horario compacto reduce el papel de la escuela como espacio de socialización, obliga a condensar la atención de los escolares de forma abusiva y potencia las actividades extraescolares frente a la formación escolar. Me resulta particularmente grotesco que se argumente que una de las razones de peso para apoyar el cambio de horario es el gran número de familias que llevan a sus hijos a fútbol, música o inglés, olvidando que el inglés es una asignatura obligatoria del currículum y que esta argumentación podría ser una metáfora del futuro que espera a los hijos de los que seguimos creyendo en la escuela pública pues, mientras que los de los centros que dedican su esfuerzo al currículo escolar serán nuestros futuros abogados, médicos, arquitectos y profesores, esa escuela pública disminuida preparará para la emigración o el deporte.

Desde aquí pido a los docentes que aman su trabajo que no se dejen engatusar por un horario de mañanas complementado con algunas guardias y que apuesten por esa escuela pública y de calidad que todos queremos. Ya hemos cometido demasiados errores en esta comunidad con las líneas en castellano, que se han degradado hasta convertirse en guetos en los que hay alumnos que pasan los cursos sin tener un nivel adecuado de comprensión de nuestras lenguas, como para que tratemos de degradar todo el sistema. A cada cual con su conciencia, pero que no me hablen de calidad los que quieren una escuela pública en horario continuo.