Ningún pensador ha reflexionado „que yo sepa„ sobre las vicisitudes veraniegas. Las vacaciones sirven para conectar o desconectar, según el caso. Los mortales, esto es, la gente del montón, disfruta anestesiándose en la piscina o el chiringuito, de ahí la proliferación de apartamentos alquilados en la playa, símbolo de ese envenenado capitalismo subliminal. El calendario laboral agota, asfixia y achica el sueldo, pero siempre nos quedará Benidorm, Cullera o paraísos domingueros en donde recuperamos la dignidad perdida en esta noble causa que supone ganarse el pan con el sudor de tu frente. Así que la desconexión abandera el tiempo estival, salvo honrosas excepciones.

Un servidor, en cambio, aprovecha y conecta su radar sociológico. El estío da mucho de sí. La prensa afloja en esta época casi inactiva. Crucigramas, sudokus y novelas en conserva alimentan ingentes cuotas de ociosidad. Y, por supuesto, las verbenas de la urbanización. Un cúmulo de tormentos para quienes anhelan autoconocerse, explorar el cosmos y conectar la conciencia plena (mindfulness dicen los horteras). La dificultad de conseguirlo aboca a reflexionar sobre la naturaleza humana en reposo. A K. Marx se le debe el concepto nuclear de «fuerzas productivas». Yo prefiero reivindicar las «fuerzas improductivas». En contra de muchos filósofos, considero que entre los atributos del ser destacan la haraganería y el malquistar. Y esto lo sé por mis largas jornadas de observación a gente ociosa.

A mí nadie me engaña. Si algo se espera de las vacaciones, eso es discutir con el barman del chiringuito, pelearse con los García por okupar primera línea en la orilla o despellejar a los hijos del vecino, siempre interrumpiendo nuestra sacrosanta siesta nacional. Uno duda si tal vez el asueto se inventó para enemistarnos con la sociedad. Tan vagos somos que el vertiginoso ritmo laboral acaba transformándonos en extranjeros de nosotros mismos. Lo dicho: las fuerzas improductivas mueven el mundo. La temporada estival, por contranatural, nos queda grande. Y hasta aquí mi esbozo de la sociología playera.