Alguien decidió que el 8 de marzo de cada año, se celebrase el día internacional de la mujer, también llamado día internacional de la mujer trabajadora, entiéndase trabajadora como la que desarrolla sus tareas fuera de casa. No sabemos si debemos dar las gracias por ello, aunque desde luego cualquier motivo de celebración es positivo. Sin embargo, no hay día del hombre ¿Quiere ello decir que no se lo merece o que es habitual que el hombre trabaje y no requiere de una mención especial?

Es evidente que nosotras, las mujeres, afortunadamente participamos junto con los hombres del amplio panorama laboral en sus diversos campos y profesiones. Nuestras vivencias, la de cada una de las habilitadas nacionales que integramos este colectivo, nos han llevado a escoger, dentro de las opciones laborales existentes, estas extrañas desconocidas, delicadas y a veces complicadas profesiones como son las de Secretaría, Intervención o Tesorería de Administración Local.

Por ello, el paso del tiempo en nuestra profesión ha supuesto la sustitución del bigote y los pantalones por las faldas y el maquillaje. Que nadie malinterprete estas palabras. Generalizar siempre es delicado. Pero lo cierto es que hace 50 años, por hablar en términos redondos, el mundo de la habilitación era un mundo de hombres. Claro que las mujeres vestimos pantalones y que no todas usamos maquillaje y desde luego, no todos los hombres lucen bigote. Pero, sin lugar a dudas, nosotras, hemos dado color a la profesión, porque entre otras cosas hemos ofrecido un decorado distinto en las casas consistoriales: el decorado de la diferencia, un escenario en el que la toma de decisiones se enriquece con la intervención de ambos sexos, con la aportación de formas de pensar y hacer distintas pero complementarias.

La feminidad y la sensibilidad en el trabajo ha inundado en unos años el ámbito laboral y el de los ayuntamientos no es una excepción.

No sabemos lo que pensaréis, queridas compañeras, pero creo que si cada vez somos más en ésta y en tantas otras profesiones, no se debe solo a la prosperidad de la sociedad, sino también a nuestra gran valía. Un tercer, cuarto, quinto€ sentido, que nos diferencia y que consigue redondear más las cosas y una mayor exigencia, no solo hacia nosotras, sino hacia los demás. Porque no solo somos exigentes con nosotras mismas, sino que además somos sufridas y valientes. Si no, ¿cómo lograríamos asistir a un pleno mientras sentimos contracciones o dar cuenta de la información al ministerio entre nauseas?

Sin lugar a dudas, el mundo local ha comenzado a estar en deuda con nosotras. Sin querer pecar de arrogancia, permitámonos reconocer, no sólo un día, sino todos los del año, que estamos vistiendo nuestra profesión, sin que nadie nos lo haya pedido, con nuestras mejores galas; las propias que rodean el espíritu femenino y que nos acompañan en todos los momentos de nuestra vida y por lo tanto también en nuestro trabajo, actuando como garantes del funcionamiento y legalidad de la Administración local. Porque en una sociedad competitiva y despiadada como la nuestra no sólo hay que ser competente y profesional, sino que además hay que estar estupenda y sonreír.

Que no se ofenda ningún hombre porque si llega el día en el que el hombre trabajador es motivo de celebración tendrá las palabras que se merece, que seguro se las habrá ganado pero casi sin lugar a dudas, con menor esfuerzo.