Síguenos en redes sociales:

"¿Je suis Europa?"

Con sus luces y sombras, la Unión Europea es un proyecto político en permanente construcción. Sin embargo, después de cerrar las fronteras a los refugiados y negarles el derecho de asilo que les corresponde, el proyecto europeo está más ensombrecido que nunca. El vergonzoso acuerdo con Turquía es, ante todo, una muestra clara del nivel de deshumanización política al que estamos llegando. ¿Qué sentido tiene la política si no es capaz de mirar a los ojos de la gente? El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, lo ha dejado claro: «No vengáis».

Cada vez que pienso en ello, no puedo evitar preguntarme: ¿somos Europa? La Europa del bienestar, de los derechos sociales, de las libertades, de la igualdad, aquella que fuimos capaces de reconstruir tras la II Guerra Mundial, hoy se desvanece hacia una Europa neoliberal en lo económico y deshumanizada en lo político. Cada vez que, en algún país, se celebran elecciones, no deberíamos rasgarnos las vestiduras con el auge de posiciones políticas radicales puesto que, mucho tiene que ver con todo esto.

Es inevitable que crezca la desafección social hacia unas instituciones que se muestran incapaces de empatizar con un drama como este. Probablemente, nos encontremos en algún punto entre la credulidad y la incredulidad, entre el europeísmo y el euroescepticismo. No se trata de un punto cualquiera, sino más bien, un punto de inflexión, a partir del cual se escribirá el futuro político del viejo continente en un sentido o en otro. Son los viejos valores que inspiraron la construcción europea lo que nos estamos jugando. Podemos volver a la Europa de las luces o seguir caminando sobre las sombras.

En un mundo globalizado, la UE es más necesaria que nunca, de eso no cabe duda. La cuestión por tanto, no es Europa, sino qué Europa.

Pulsa para ver más contenido para ti