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Yo elijo comercio justo

Las decisiones que cada uno y cada una de nosotras toma a la hora de comprar están condicionadas por el precio, la marca, la calidad, las ofertas, la presentación o el sitio que ocupa el producto en la estantería. No solemos asociar el contenido de nuestras cestas a una elección ética. Sin embargo, la manera en que decidimos gastar nuestro dinero tiene un impacto en las vidas de seres humanos, animales y el planeta.

Como personas consumidoras podemos elegir. El ejercicio de nuestros derechos de una manera consciente nos hace consumidoras responsables. Pero, para poder actuar, es necesario informarse, no sólo de lo que compramos, sino también de a quiénes benefician nuestras compras.

En este sentido, el documental Corazones valientes en resistencia explica, por ejemplo, que, gracias a la toma de conciencia de las personas que consumían en H&M sobre la injusticia del trabajo y la explotación infantil de la marca, se recogieron firmas que se presentaron a la empresa y ésta dejó de fabricar en maquilas en las que trabajaban niños y niñas. Queda mucho por hacer, pero es un primer paso. Sobre esta cuestión, se puede consultar más información en la web de la Campaña Ropa Limpia.

Las reglas del comercio internacional no son equitativas y las situaciones de los países respecto a ellas son también muy desiguales, sin ir más lejos, el TTIP es un ejemplo de ello. Sin embargo, existe una alternativa al comercio convencional: el comercio justo, que, además de los criterios económicos, tiene en cuenta valores éticos que abarcan aspectos sociales y ambientales. Además, garantiza un salario digno y una mejora de las condiciones laborales para las personas productoras de zonas empobrecidas de los países del sur; favorece una mejora de sus condiciones de vida gracias a las primas obtenidas que se invierten en acciones comunitarias: educación, sanidad, vivienda, formación, etcétera; y asegura la obtención de productos de calidad.

A pesar de todo, existen falsos mitos al respecto. Se dice que los productos de comercio justo son más caros, aunque, si comparamos sus productos con los del comercio tradicional, ambos de la misma calidad, observaremos que no es así. Otro mito es el del coste energético derivado del transporte de estos productos. Sin embargo, cada día, importamos, por ejemplo, productos bio de Alemania por carretera, generando emisiones diez veces superiores a las del transporte internacional marítimo. Además, hay que tener en cuenta que muchos de los productos de Comercio Justo no los encontramos en el mercado local (el café, los tés, etcétera).

Por todo ello, te animamos a ser una consumidora consciente y crítica, a ejercer tu derecho a decidir qué quieres comprar y a quien quieres beneficiar con tus compras, a exigir a las administraciones una compra pública ética, a colaborar en el ejercicio de los derechos humanos de millones de personas que viven en situación de extrema pobreza y a consumir Comercio Justo. Recuerda: un día para celebrar, 365 para actuar. Te esperamos el 22 de mayo en la Plaza del Ayuntamiento de Valencia para celebrar el Día Mundial del Comercio Justo.

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