Un año más nos deja y como es costumbre nos encomendamos al nuevo que empieza para que se realicen nuestras ilusiones, nuestros proyectos, o desde que empezara la durísima crisis por la que atravesamos, como mínimo que el año entrante no nos trate peor de lo que ya lo han hecho los anteriores. Todos estos anhelos y esperanzas de cualquiera de nosotros, se expresan desde la necesidad de convencernos que debemos encarar 2017 con todas las fuerzas de las que seamos capaces, en una sociedad que demasiado a menudo te hace sentirte solo.

Desde la izquierda, siempre hemos defendido la necesidad de que los seres humanos tengamos garantizado nuestro devenir en este mundo, sin más sobresaltos que los que la naturaleza pueda depararnos. Una garantía de bienestar que solo puede pasar por un Estado social que asegure la sanidad, la educación, el trabajo, y un retiro digno. Un Estado que, a su vez, persevera para poner la economía y las relaciones internacionales al servicio de las personas, como único camino para ayudar a un mundo en paz.

Todo ello, es obligación del Estado garantizarlo, y es lo que diferencia a la izquierda de la derecha, y por ende una sociedad justa de otra que no lo es. Es lo que desde el siglo XIX viene llamándose socialismo que, con sus diferentes acepciones, hasta hace no mucho, era el objetivo de toda fuerza política verdaderamente transformadora, pero que paradójicamente en las elecciones que iban a encumbrar el cambio político, solo apareció tangencialmente en el discurso de Izquierda Unida.

Por eso no es casual que el año que termina, sea el de las dudas en las políticas que tenían que asegurar el cambio, después de más de dos décadas de gobiernos neoliberales del Partido Popular. Una vez los discursos han dado lugar a la práctica, en demasiadas ocasiones nos estamos encontrando con una falta de rumbo propia de programas demasiados genéricos, que vayan más allá de unas indudables buenas intenciones.

2017 debe ser el año de la lucha decidida contra el desempleo y contra la temporalidad, siendo las administraciones públicas las primeras en denunciar a todo empresario desaprensivo que vulnere la Ley en provecho propio; dando ejemplo, apostando por la gestión directa de cuantos servicios municipales y autonómicos fueron privatizados, para así impedir despidos, manteniendo la calidad de servicio; reforzando la educación y la sanidad pública, frente a los privilegios privados; promoviendo una fiscalidad progresiva real, como única forma de garantizar la financiación que necesitamos para nuestro bienestar; renegociando de una vez por todas una deuda ilegítima que nos sigue estrangulando; construyendo unas ciudades con un transporte público regular que permita una movilidad sostenible real, y cuyas prioridades sean los barrios obreros edénicamente discriminados por la derecha. Un año en el que la reapertura de RTVV sea la de un servicio esencial, totalmente público y con su plantilla readmitida, tal y como prometimos todos en la campaña electoral.

En definitiva, hechos y acciones que hagan de 2017 el año decisivo, en el que ya no cabrán ni excusas ni herencias del pasado.