La política de camisetas requiere una cierta «adaequatio rei» y el asunto, es decir, entre el color de la cosa y el asunto. Es por eso que quiero decir que, cuando el PP se viste de blanco para casarse como una novia primeriza con los últimos en moverse, se equivoca: para esa defensa de la llamada «libertad educativa» deberían acudir a las Corts con una camiseta a cuadros escoceses y falda plisada. Porque lo suyo no es una «marea blanca», sino un mareo en barca.

El PP ha encontrado un filón para el follón: un mensaje simple y «grande» (la libertad educativa, como el «bien común» o la «economía»: cajones en los que cabe de todo y su contrario: que su empresa vaya bien y a usted le despidan para que vaya mejor, por ejemplo) y unificado o personificado. Si en el ayuntamiento han encontrado un «malvado» al que crucificar porque les tiene hasta las dos ruedas de la bici y le hacen la guerra a la pacificación por el bien de la hostelería, digo de Grezzi; en el Consell se han centrado en la persona del «maligno» Marzà, que ataca a la libertad, ¡fíjate!, y quiere que els xiquets parlen en valencià, castellà i anglés, com si no tingueren atra cosa que fer, veges tu! Y es que, para más inri o encima, lo hace no por esto o por aquello, que ya sería, sino por «ideología», con lo cual el tal Marzà tiene sus bemoles o su «rintintín», guau. Pero no hay que preocuparse: el papel enmascarador de la ideología tiene sus días contados porque el frotar se va a acabar y la hermeneuta Bonig desnudará la verdad que palpita tras la sospecha como un Alien niño.

En fín: conste que yo estoy por el concierto total, incluido el de Año Nuevo desde Viena. A favor de la libertad educativa y (su necesario corolario) del derecho a que los padres elijan a la carta y se salgan del menú doctrinario radical totalitario concertaría con las Universidades privadas para poder contar con profesionales y parados de larga duración como dios manda; en apoyo al derecho a la movilidad que nos asiste a todos, concertaría los taxis por si vas a la Malvarrosa y no llega el 2, teniendo en cuenta, además, que el taxi es distrito único y no el bus que cada uno va por su carril, ideológicamente constreñido como un soneto; en atención, o en aras, al derecho a la cultura y al derecho a la elección de los padres, concertaría los ABCpark, porque los ideólogos de la Filmoteca pública, a la que te descuidas, te han metido un ciclo de cine rumano que además de ideológico es soporífero y, si no, fíjense en las siestas que se pegan algunos en la madurez de su vejez por un euro; y por qué no concertar los canales de pago, en atención o en aras al derecho a la información y para que nuestros padres puedan elegir entre el doctrinario telediario público de la Uno o la Anatomía de Grey. Y no sigo. Baste con decir que así, sucesivamente.