«Us deixe un testament: la meua vida,

la qual acabarà quan jo sabré que vosaltres heu començat a viure». Emili Boïls («Prometeu-me memòria», 1972)

s i Joan Fuster resucitara, se encontraría con los mismos problemas por los que batalló: la lengua y las comarcas. Nos ha ocurrido con Raimon. Ya nos pasó con Fuster, que sintió en Catalunya el calor que no encontró en su tierra. No es un problema ideológico, es la obcecación de la burrera. Mal negocio. Ha coincidido el XXV aniversario -el 22 de junio- de su desaparición con la reavivación de dos cuestiones pendientes para los valencianos. La normalización lingüística y el replanteamiento territorial del País Valenciano en base a la distribución comarcal que se ajuste a criterios eficaces, operativos y comprensibles para los ciudadanos. Son dos temas que le interesaban y por los que no le importaba comprometerse. La lengua valenciana ha fabricado considerables injusticias y muchos mártires. Conocidos y consagrados unos y anónimos muchos otros. Fuster, ciudadano de Sueca, pervive en el capítulo de los reconocidos. También pretendidos salvadores de la lengua valenciana y los que la desprecian porque simplemente la desconocen.

- Pluriestupidez. Con el llamado decreto de plurilingüismo, el conseller de Ensenyament i Cultura, Vicent Marzà, ha proclamado su enfoque de la convivencia del valenciano con otros idiomas y se ha suscitado un formidable barullo. Ha tenido que ser la Diputación de Alicante -siempre Alicante- la que haya denunciado este decreto que le ha servido al Tribunal Superior de Justicia de la Comunitat Valenciana de pretexto para suspender su efectividad. No lo declara ilegal ni lo anula. Su decisión salomónica contribuye a encender los ánimos de la caverna doméstica, con la líder de PPCV, Isabel Bonig, al frente para pedir la cabeza de Marzà y la de todos los marzianos de paso. Vaya por delante que la mayoría no domina el contenido del satanizado decreto aunque, por siniestro que sea, siempre será más beneficiosa su aplicación que la caza de brujas, en materia lingüística valenciana, que orquestó el PP durante sus veinte años de hegemonía en la Generalitat.

El conseller Marzà ha cometido un error. En su puesto, una conselleria estratégica, que con Sanidad consumen el 83 % del presupuesto, no se puede minusvalorar a los adversarios. Muchos, delatores que habitan en su propia conselleria y aledaños. La Acadèmia Valenciana de la Llengua fue un invento de Eduardo Zaplana, expresident de la Generalitat que no hablaba en valenciano y fue paracaidista político de los grupos de presión alicantinos. Comparte raíces con los orígenes de la querella al decreto de Marzà. Motivo de la sentencia que ha causado alarma en el sector inflamable de la enseñanza, próximo al inicio del curso escolar.

Estos señores que se encabritan, se apuntarían a que se restringiera más la enseñanza del valenciano e incluso que se suprimiera. Con o sin inglés por añadidura. En consecuencia, Marzà, la guerra no ha hecho más que empezar. Suerte tiene el osado conseller de que el PP, en su rama valenciana -ha tenido que venir el comisario Martínez Maíllo a enmendar la gestión del PPCV- está en las horas más bajas que se recuerdan.

- Comarcas. Lengua y comarcas van de la mano. Sólo Castelló tiene mayoría de comarcas que se expresan en valenciano. En Valencia y Alicante abundan más castellanoparlantes. Si fuera posible convocar un referéndum, podríamos ver como el secesionismo de algunos, en versión valenciana, les llevaría a querer migrar hacia zonas de habla castellana. Allí donde tienen puestas sus aspiraciones se vive mejor, son más respetados, se reparten más privilegios. Puede ser higiénico salir de esta tierra de nadie donde se concentran las maldiciones. La comarcalización del PV no es un invento de Compromís ni de la rama valencianista del PSPV. Es veterana aspiración, por la que Joan Fuster luchó, como sabía hacer él, con mucho conocimiento documentado y con un sentido de la racionalidad territorial avalado por los expertos en eficacia económica, coherencia cultural y pacificación humana y social. El gobierno de Ximo Puig, fruto del Acord del Botànic, tiene el compromiso y el deber de establecer una comarcalización racional y respetuosa. Que acabe con la arbitrariedad de la parcelación provincial que ha provocado tantos conflictos en el País Valenciano y tan útil ha sido para sus enemigos, dentro y fuera.

- Testamento. La mejor forma de recordar a Joan Fuster es reivindicar su herencia. Fue el intelectual valenciano más relevante del siglo XX y lo que llevamos del XXI. Nadie le hace sombra. Proliferan exégetas candidatos a revisar o ensalzar su obra de erudito. Un hombre de letras escéptico y relegado por la estupidez en su tierra. No estaba por la retórica ni por la sumisión, sino por el trabajo solitario de quien cree en los de abajo por encima de la coentor proverbial en los de arriba.