Es valenciano, nacido en Onda (Castelló) en 1930 y tiene una trayectoria profesional y religiosa que merece ser tenida en cuenta. Pues ahora, con 87 años de edad, acaba de aparecer un libro autobiográfico de medio millar de páginas, que ha sorprendido incluso a quienes cerca de él, algún tiempo, hemos conocido su quehacer periodístico. Se trata de Vicente Alejandro Guillamón, que amistosa y cordialmente ha sido siempre conocido y designado por su segundo apellido. El libro, titulado «Mi Reina y yo.-Semblanza de una gran mujer.- Memorias de un plumilla inconformista», narra en primera persona, en más de cuatrocientas páginas, su devenir, desde niño, hijo menor de una familia de siete hermanos, hasta sus actuaciones profesionales, en el ejército en el norte de Africa, hasta su matrimonio -también con siete hijos- y sus peripecias y dificultades ideológicas y profesionales.

Trabajó -según cuenta- de muchacho en su pueblo, y tras la Guerra Civil se inscribió como voluntario en el ejército del norte de África, pero sin dejar sus creencias cristianas que le marcaron su trayectoria profesional.

Porque al final de la década de los cincuenta, tras varias actividades laborales -algunas en su población natal- se trasladó a Madrid, donde pronto tomó contacto con Acción Católica. En sus filas se encontró satisfactoriamente. Incluso llegó, con el tiempo, a fundar una especie de sindicato confesional, que algún que otro conflicto le produjo.

En 1959 ingresó en la Escuela Oficial de Periodismo, viviendo en Madrid en modesta fonda y comiendo en el comedor universitario de la calle de San Bernardo. Y, con su título profesional, ya en la década de los sesenta llevó una amplia actividad, que le condujo a dirigir la revista confesional «Vida Nueva».

Pero en 1971 la agencia EFE le encomendó crear una delegación de dicha empresa en València, para toda la Región y para la de Murcia; y acá que se vino, estableciendo la redacción en un piso de la calle de Ribera.

Quienes vivimos junto a Vicente Alejandro Guillamón aquellos años de la delegación informativa tenemos recuerdos imborrables; aunque lo más sorprendente del libro es que, a pesar de los ocho lustros transcurridos, recuerda hasta los mínimos detalles, la identidad de las personas, incluso auxiliares y ayudantes. Y nos ha sorprendido cómo recuerda los problemas políticos que hubo de soportar por sus actividades anteriores a favor de los necesitados, siempre desde el ángulo confesional.

No olvidamos que, durante el tiempo que convivimos en aquella delegación, se produjo el viaje del Jefe del Estado para asistir a la clausura del Congreso Eucarístico, celebrado en València. Y al amigo Guillamón le negaron la credencial -por sus posibles antecedentes- y nos tocó cubrir ese fin de semana toda la información.

La agencia EFE entró en València con la batuta de Guillamón; y fue creciendo y situándose en la Región en los siete años en que este preclaro periodista estuvo al frente de una entidad que aquí no existía y que de su mano siguió -y sigue- adelante.

¿Por qué no reconocemos a personas que han sido capaces de llevar a cabo tareas importantes que han dejado huella imperecedera en esta tierra?