Se trata de una propuesta obcecada y sin sentido de los independentistas catalanes al Gobierno de la Nación. ¿Cómo se puede pretender con un mínimo de lógica, un referéndum pactado, si tanto el conjunto del articulado de la Constitución española de 1978, como cada precepto de la misma imposibilita radicalmente tal consulta limitada exclusivamente al ámbito catalán? Es una absoluta quimera. Ningún dirigente del Estado que tenga los pies en el suelo, puede plantear con alguna posibilidad de éxito que el gobierno central acepte tan alocada proposición.

La mera lectura de los artículos 1, 2 y 8, por ejemplo, basta para percatarse de que no tiene ningún sentido el intento de ir por esos derroteros de referéndums pactados, y por tanto, no es posible al presidente del gobierno, Rajoy, ni a ningún otro presidente, aceptar esta propuesta de los secesionistas, que sólo puede sustentarse en los hechos, pero no en el derecho. O por decirlo más claro, sólo tiene su apoyo en la fuerza, en la resistencia más o menos pasiva/activa, en definitiva; en la rebelión pura y dura de las masas tomando las calles. O sea, que cualquier parecido con el derecho y con el respeto a la ley, de dicha aspiración por parte de los insubordinados secesionistas catalanes, sería, en suma, una auténtica falsedad. Más claro todavía, se está pidiendo a Rajoy un imposible o como alguien dijo con acierto pleno: lo que no puede ser, no puede ser, y además, es imposible.

Como tiene comentado recientemente Nico Sartorius, para que se pueda celebrar un referéndum pactado, antes hay que reformar o sustituir la actual Constitución por los cauces legalmente establecidos, y después, pero sólo después; proceder, en su caso, a la celebración de tal referéndum en el ámbito del territorio catalán.

Mientras tales eventos no se produzcan, tal acto electoral pactado no tiene la más mínima posibilidad, y esto deberían tenerlo en cuenta los independentistas. Y desde luego, el gobierno central hace mucho tiempo que debería habérselo dejado muy claro y no jugar a la ambigüedad calculada, al pasotismo más descarado, incluso; y no sólo de los gobiernos de derecha, sino más aún los de izquierda. Ejemplo límite: Zapatero. Todos nos acordamos de los pactos sistemáticos mantenidos tanto con los nacionalistas-independentistas catalanes como vascos, no hace falta recordarlo, y de ahí la situación actual. Esto unido a la terquedad y prepotencia mostrada por los independentistas, con el apoyo de Podemos y otros, como compañeros de viaje, ha creado una situación verdaderamente peligrosa, de alta inestabilidad política y social no sólo para Cataluña, sino potencialmente para el conjunto del país.

De ahí, que ahora, la solución sólo debe basarse en el restablecimiento de la legalidad y la normalidad de funcionamiento de la autonomía catalana, dentro de los estrictos límites de la muy democrática Constitución española de 1978. Y para conseguirlo, la aplicación del artículo 155 y concordantes, es inevitable, ante el caos político, y económico-social allí existente.