África es un continente especial. Con la línea del Ecuador como eje, se extiende hasta los 35 grados de latitud norte y sur, si bien su porción boreal es más maciza, prolongándose después en Asia. Dominan las mesetas pero escasean las grandes cordilleras. Cuando los geógrafos imaginan un continente hipotético para explicar la distribución de bioclimas, describen una versión africana pero de polo a polo. Pero la simetría no es perfecta. Los climas húmedos se extienden en torno al Ecuador pero lo hacen de forma más extensa en el lado occidental. Aunque aquí mandan los alisios, vientos del este, el cambio de dirección que en los respectivos veranos experimentan al cruzar el ecuador, hace que, desde Kenia a Eritrea, los vientos lleguen secos y den la curiosidad de climas áridos ecuatoriales. Mientras, a occidente, el Golfo de Guinea garantiza la humedad. La excepción son las lluvias recogidas en el macizo etiópico, fuente del Nilo Azul. A partir de los 15º norte, el Sáhara impone su hiperárida ley, a la que solo escapan los Atlas y la originalidad libia de Jebel Akhdar, "la montaña verde", con hasta 600 milímetros de lluvia. No es causal el asentamiento en sus tierras de la ciudad de Cirene. En el hemisferio sur, se repite la sucesión ecuatorial-desierto con la consiguiente reducción de humedad. Pero las mesetas dan un intermedio templado antes de los desiertos de Kalahari, Karroo y Namibia, mientras que un perfil más afilado y sin el guardaespaldas continental asiático, limita la aridez al sector occidental. A oriente los alisios extienden los climas húmedos (tropicales, chino y hasta oceánicos), sobre todo en Sudáfrica, merced a las elevaciones de los Drakensberg, las montañas del dragón, con su cola en el salto del Tugela, la segunda cascada más alta del planeta.