"El reconocimiento de las víctimas ha sido tardío, injusto, y en ocasiones ni ha llegado", dijo Roberto Manrique, representante de AVCOT (Asociación de Víctimas Catalanas de Organizaciones Terroristas), superviviente del atentado etarra al Hipercor de la Meridiana (Barcelona). Una década después, la sala de lo Contenciosos Administrativo del Tribunal Supremo estableció "la responsabilidad de la Administración del Estado en el resultado final por la pasividad o conducta omisiva de las Fuerzas de Seguridad y Policía en estos hechos", ("Metrópoli Abierta Barcelona", 19/06/2017). Instantáneas sobre la "desactivación de sus siglas (ETA)", han captado la atención, mientras que COVITE (Colectivo de Víctimas del Terrorismo del Pais Vasco), asevera que "se ha hurtado a las víctimas de ETA la foto de la derrota", ("El Independiente", 02/05/2018). ¿Por qué se desoye a familiares, amistades y ciudadanía coetánea de las víctimas?

El que fuera carnicero en el hipermercado, perteneciente al grupo de El Corte Inglés, una de las cuarenta y cinco víctimas que salvaron la vida padeciendo lesiones de por vida, reivindicaba, al ser preguntado en la radio: "Hay un feto sin reconocer como víctima", algo que no sucede en accidentes de tráfico. ¿A qué tal contradicción si el hecho es el mismo?

Cuerpos mutilados por cargas explosivas de kilos de amonal, compuestos de gasolina, pegamento adhesivo y cola de contacto; seres humanos yacentes con un tiro en la cabeza en mitad de las calles; viandantes acribillados por ráfagas de cristales y esquirlas metálicas al pasar cerca de coches bomba, ilustraban las noticias en años de miedo y dolor. Mientras tanto, argucias políticas han silenciado cuanto fuera menester, apilando en la bandeja del olvido expedientes y demandas de quienes padecieron el tenebroso terror desatado por una desalmada estrategia criminal. José Luis L. Aranguren, filósofo y ensayista abulense, en el prólogo de la obra "Amedo. El Estado contra ETA" escribió: "muchos políticos se desentienden de la conciencia moral y, encima, estos políticos habrían actuado mal en las dos acepciones de la palabra. El político siempre procura ocultar su malicia moral. Claro es que se trata de la apariencia, no de la realidad, del parecer y no del ser".

Fotografías testimoniales componen el puzzle social, político, económico y cultural y el meollo de oscuras tramas, como la publicada por Cambio 16, tomada en el aeropuerto de Alicante, en la que se ve la imagen conjunta de miembros del BVE (Batallón Vasco Español; identificado a veces con la Alianza Apostólica Anticomunista "Triple A") y los GAL (Grupo Antiterrorista de Liberación, "agrupación parapolicial"): Jose María Boccardo, Mario Vannoli (cuyo nombre real era Mario Ricci: "El pasaporte (a nombre de Vannoli) me servía sólo para trabajar y no molestar a la autoridad española que había tolerado mi presencia como Vannoli", informa El País en diciembre de mil novecientos noventa, y director de la agencia de viajes Transalpina "pantalla de la Internacional Fascista"), Pedro el Marino, capitán de fragata ("el señor Rivera al que alude el informe de la Guardia Civil es Pedro Martínez más conocido como Pedro el Marino", informa el ya citado medio informativo en septiembre de mil novecientos noventa y ocho), Jean Pierre Cherid, mercenario y paracaidista miembro de la OAS ("Se convirtió en un testigo incómodo, negativo, para sus jefes; y esos mismos jefes, los del GAL, fueron quienes lo eliminaron", recoge "jorgecolomardetectives.com") y Giuseppe Calzona, fascista italiano, reclamado en Italia por asesinato ("exigió ser puesto en libertad amenazando con dar detalles comprometedores para el Estado español en caso contrario. Y, en efecto, no lo extraditaron, sino que fue liberado y nunca más se supo de él", ("canarias-semanal.org" el 05/12/2014).

"Los asesinatos de los GAL, en contra de lo que mantienen muchos, no produjeron una disminución de la actividad terrorista de ETA En 1984 hubo más asesinatos que en el año anterior". En "Amedo. El Estado contra ETA", cabe reseñar un párrafo de la introducción que apunta: "Jamás las autoridades españolas han desmentido una información publicada en la primera página del Diario 16 en junio de 1986: Desaparecen los GAL tras los acuerdos entre los Ministerios del Interior de España y Francia". José Luis de Vilallonga y Cabeza de Vaca, en sus "Conversaciones con D. Juan Carlos I de España", en uno de sus capítulos confiesa: "Carrillo tenía la clara impresión de que a los terroristas de ETA les habían dejado hacer, incluso que les habían ayudado".

Otra instantánea relevante en la contemporaneidad española es la del coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero Molina, el veintitrés de febrero de mil novecientos ochenta, en la tentativa de golpe de Estado; "Su entrada a tiros en el Congreso, al mando de casi trescientos guardias, se justificó desde los sectores de la derecha más conservadora señalando que el terrorismo etarra estaba alcanzando ya cotas inadmisibles. Los partidos del arco parlamentario acusaban a ETA de provocar al Ejército y propiciar la intentona golpista.", recogen en su obra periodística de investigación el cántabro Ricardo Arques y el premio de Periodismo de Aventura Melchor Miralles. Por su parte el escritor y grande de España, Vilallonga, incluye el siguiente pie de foto a la imagen de Juan Carlos I disertando ante las cámaras televisivas: "La noche del 23 de febrero de 1981 supuso para don Juan Carlos, según la feliz expresión de Philippe Nourry (corresponsal de Le Figaro), la noche de la consagración". En escrito del ex presidente del Grupo Prisa, Juan Luis Cebrián, titulado "Los olvidos de la memoria", comenta: "Querido Leopoldo (Calvo Sotelo), es evidente que, pese al desabrido ejercicio de tu pluma, descalificadora de tirios y troyanos, sigue siendo más importante lo que callas que lo que escribes. No sabemos nada, o casi nada, después de casi trescientas páginas, de lo que piensa el hombre bajo cuyo mandato se juzgó y sentenció a los líderes del 23-F y se puso en libertad a la mayoría de los rebeldes".

Filtros protectores maquillan la realidad, soslayando conflictos; ante ellos, la palmaria entrega profesional de autores y escritoras como Pilar Urbano, husmeadora quirúrgica de datos y silencios refulge. Urbano, en la presentación de su última obra "La pieza 25. Operación Salvar a la Infanta", sentada en un elevado taburete blanco de arriesgado diseño, menuda, dicharachera y sabia anunció: "Va a empezar la función" ante la total fascinación de un auditorio. "He hablado con policías y ladrones. Un complot de Estado Mayor altísimo para salvar a la infanta, a convocatoria del rey (Juan Carlos I). El fiscal se había travestido y se convirtió en defensor. A Castro (juez) le excrementaron la puerta de su casa". Apasionados por el relato los presentes necesitaban saber más: "Un juez no puede tener una contra vigilancia de una vigilancia. El rey don Juan Carlos busca un fenicio y ese es el señor Roca; el señor Roca quiere ver (al juez) en una finca, aquí (Palma de Mallorca) o en Cataluña". Cada uno de sus comentarios es valioso. "Felipe (Felipe VI) recibe una corona sucia, abollada y desprestigiada". A lo que añade: "Es una institución que no hemos elegido". ¿Quién no recuerda la fotografía del último día ante el tribunal de Iñaqui Urdangarin (Caso Nóos) entrando en el juzgado con su mochila; según confesiones de la preclara escritora, aquella alforja contenía botellines de agua, "diez o doce", de los que Urdangarin, yerno del rey emérito, bebía perturbado. "Urdangarin aporreaba las puertas y llovían doblones".

En la política de los aprovechados surgen primeros planos bochornosos del nosferatu de turno. ¡Imagen con sonido! Todo queda retratado en lo dicho por la secretaria de Estado de Comunicación (PP): "¡Que ganas de hacerles un corte de mangas de cojones y decirles: Pues os jodéis!", refiriéndose al pueblo que se manifestaba.