Me gusta fumar» es una de las frases que más solemos oír decir a los fumadores cuando les preguntamos por qué fuman y puede ser un buen punto de arranque, aunque no lo parezca, para trabajar con ellos para que empiecen a pensar en que deben dejar de fumar, es decir, empezar a motivarlos a que hagan un intento por dejarlo. Todos sabemos que no podemos obligar a nadie a que deje de fumar. Muchas veces, un fumador acude a su médico para dejar de fumar porque es la voluntad de su pareja o familiares.

Sin embargo, la decisión de dejar de fumar tiene que nacer del propio fumador, no puede dejar de fumar porque quiera su pareja o familiares, sino porque el propio paciente así lo decide. Y digo paciente porque el tabaquismo es una enfermedad, que tiene sus propios códigos como tal en la clasificación europea de enfermedades CIE 10 y en la americana DSM IV.

La mayoría de pacientes, cuando dicen que les gusta fumar, realmente no son conscientes de lo que están diciendo. Por un lado, porque no se dan cuenta de que lo que realmente padecen es una adicción a una droga legal, la nicotina, pero que se coloca en el escalón más alto en cuanto a nivel de adicción. De hecho, es la droga más adictiva que conocemos, más que la cocaína y la marihuana. Por lo tanto, realmente la persona fumadora es una adicta a la nicotina y en una adicción hay poco de voluntad, lo que hay es una dependencia, en este caso muy fuerte, a una sustancia, la nicotina.

Además, cuando está diciendo que le gusta fumar, está diciendo que le gusta introducirse en su cuerpo más de 4.000 sustancias nocivas -arsénico, naftalina, metano, níquel, acetona, cadmio, polonio...- cuarenta de ellas reconocidas como carcinógenos del grupo A, es decir, que causan cáncer con seguridad. Con estos datos, ¿podemos pensar que a alguien voluntariamente le guste suministrarse estas sustancias, que se sabe con seguridad que son nocivas? El tabaco es una sustancia que si fuera de nueva creación y alguna multinacional quisiera introducirla en algún país, no pasaría ninguno de los controles sanitarios que el resto de alimentos, fármacos y otros productos de consumo humano tienen que pasar por las distintas agencias gubernamentales.

Para que nos hagamos una idea de lo importante que es dejar de fumar, destacaría unas declaraciones de uno de los oncólogos más importantes del mundo, Joan Massagué, quien ha dicho que el avance más importante que se ha hecho en la investigación contra el cáncer a nivel mundial no es el descubrimiento de un nuevo tratamiento o un método precoz de diagnóstico, sino el hecho de demostrar la asociación entre consumo de tabaco y cáncer de pulmón. Este hecho ha salvado más vidas que todos los tratamientos conocidos hasta el momento en la investigación del cáncer.

En cualquier caso, hemos de tener en cuenta que el hecho de fumar o no depende de una opción individual que el sujeto elige. ¿Hay alguna otra enfermedad que podamos elegir padecerla o no? Si una persona, en un futuro tiene que ser diabética o hipertensa, por ejemplo, no va a depender de si quiere o no serlo, pero en el caso del tabaquismo sí depende de una elección personal. Así lo reconoce el bioquímico molecular y oncólogo Mariano Barbacid cuando afirma que «el tabaco es la causa más importante por la que el ser humano se autoinduce cánceres». Esto debe hacernos reflexionar. No cabe duda de que dejar de fumar es la mejor medicina descubierta contra el cáncer.

En este sentido, el tabaco no solo es responsable de la mayor parte de los cánceres de pulmón, sino que también está directamente implicado en la mayoría de los cánceres de laringe, boca, esófago y vejiga. Además, tiene una relación muy estrecha con el desarrollo y muerte por cáncer de riñón, páncreas y de cuello uterino y cérvix.

Personajes tan famosos como George Harrison, Gary Cooper, John Wayne, John Huston, Humphrey Bogart o el propio vaquero que salía en el anuncio de Marlboro, murieron por cáncer de pulmón. Por este motivo, se ha considerado la prevención del tabaquismo como la medida por excelencia en cuanto a intervenciones preventivas en la población. No cabe duda de que es la intervención más costo-efectiva que una Administración puede realizar para sus ciudadanos.

Fumar cigarrillos causa un 87 % de muertes por cáncer de pulmón, o dicho en positivo, si dejásemos de fumar se evitaría el 87 % de las muertes por cáncer de pulmón. No es difícil imaginar la impresionante repercusión sanitaria que implicaría que la población dejase de fumar. En cuanto a costes económicos, recursos que se podrían destinar a otras patologías y, lo más importante y que no debemos olvidar, en evitar que personas, que pueden ser familiares o amigos nuestros, sufran una grave enfermedad con una importante reducción en su calidad de vida.

Si preguntamos a una persona fumadora si le gustaría que, si tiene hijos o los tuviera, éstos fumaran, el 99 % de ellos contestan que no les gustaría que fumasen. Y es en situaciones como éstas en las que el fumador plantea una discrepancia entre lo que hace y lo que dice y busca la motivación para dar el paso de forma voluntaria y hacer un intento por dejar de fumar. La decisión de hacerlo tiene que nacer de una reflexión propia del fumador, no de una imposición.

Una persona fumadora bien informada toma decisiones más acordes con la salud que quiere para ella y para el resto de su entorno. La motivación es el motor del cambio. Ayudar a que den ese primer paso es uno de los objetivos de este artículo.