El 11 de mayo de 2011, publiqué mi primera columna. Nunca imaginé que encontraría tantos temas climáticos. Hoy estaba en esa encrucijada, más o menos compleja, a la que llegó cada semana desde hace siete años. ¿De qué escribo? Y me he quedado sorprendido al constatar que ninguna de esas ¡¡¡328 columnas!!! tiene a las nubes como tema. Obviamente, había que deshacer tamaña afrenta climática. Su distribución planetaria (medida en fracción nublada, desde 0 a 1) nos va a mostrar los protagonistas de la circulación atmosférica. Por supuesto, allí donde dominan las borrascas, más opciones tenemos de encontrar aire en ascenso, convección y nubosidad. Se dibuja un pico en el ecuador, vinculado a la Convergencia Intertropical, si bien su máximo está desplazado unos grados en el hemisferio Norte. Al sur del ecuador, en el Pacífico y Atlántico, dos áreas con menos nubes, rebajan la media ecuatorial austral. Desde aquí, la fracción nubosa se precipita en dirección a los trópicos, sobre todo, en el de Cáncer, apoyado en la inmensa dorsal anticiclónica y desértica, entre Canarias y la India y Asia Central. Menos intensa en el más oceánico hemisferio austral. La continuidad de las dorsales anticiclónicas tropicales tan solo se difumina hacia las costas del Pacífico. Sobrepasado los trópicos, la nubosidad se incrementa, dibujando los dominios de los frentes polares, que alcanzan su máximo hacia los 60º de latitud. Aquí, en ninguna estación, pueden llegar los anticiclones en su balanceo. El pico es superior en el hemisferio sur, eminentemente oceánico. Nada se interpone a las borrascas australes en el hogar de los temidos bramadores. Finalmente, los cielos están aún más cubiertos hacia el oceánico polo norte y menos hacia el continental sur. El sustrato también es determinante.