Las previsiones del tiempo se han convertido en una religión, sin tener en cuenta, demasiado a menudo, las debilidades de los pronósticos. El desarrollo tecnológico ha permitido grandes avances, pero la mejora de la fiabilidad no implica lagunas importantes. Una de ellas, bastante relevante, está relacionada con factores de probabilidad. Y me voy a referir a un caso muy concreto del pasado fin de semana. El pronóstico de la Agencia Estatal de Meterología (Aemet) anunciaba para la comarca del Alt Maestrat, así como para diversas zonas del norte de Castelló, probabilidad de chubascos. Del 90 % el sábado y del 100 % el domingo. En consecuencia, una excursión de siete familias con niños pequeños para visitar el arte rupestre del Parc Cultural de la Valltorta-Gassulla con semejante previsión parecía una temeridad absoluta. Y hacer camping, una locura. La ilusión evitó renunciar a los planes de visitar Tírig, precisamente en el año que se cumplen dos décadas de la declaración como Patrimonio Mundial de la Unesco de las pinturas de la zona y otras del arco mediterráneo. La inestabilidad atmosférica fue compañera de viaje, algunas gotas hicieron acto de presencia y tampoco faltó el eco de algún trueno. Sin embargo, no se registraron precipitaciones y el domingo el día fue casi veraniego, con cielos grises. No se puede ser temerario y desoír a los expertos en meteorología, pero las previsiones para zonas como el Maestrat pueden llevar a engaño. Y, además, reducir en gran medida la actividad económica favorecida por el turismo de cultura y naturaleza en zonas del interior que, precisamente, necesitan factores para su desarrollo y fijación de población. Como consejo: además de los pronósticos, que pueden resultar muy injustos: hablar con las personas del lugar que conocen las particularidades locales del tiempo.