Todo indica que las tan criticadas inversiones previstas para València en los Presupuestos Generales del Estado, aprobados por Mariano Rajoy y rechazados públicamente por Pedro Sánchez, no van a ser corregidas por el nuevo inquilino de la Moncloa. La Comunitat Valenciana seguirá marginada.

Es cierto que tenía poco margen, pero la decisión de Sánchez viene a bendecir la labor evangelizadora que los diputados y senadores del PP valenciano han desarrollado en los últimos meses por tierras valencianas. Y es que Antonio Clemente y Elena Bastidas, como primeras espadas, junto a Belén Hoyo, Susana Camarero, Óscar Gamazo? han ido recorriendo el Camp de Morvedre, la Safor, Canal de Navarrés, la Ribera o Utiel-Requena predicando la bondad de las cuentas, eso sí, cuidándose muy mucho de informar de los tiempos, no fuera que los llamados a ser sus beneficiarios encontraran nuevos motivos para la frustración.

Pero ha aflorado un fenómeno en esta caravana propagandista que no ha pasado desapercibido, y es el de la preocupante desmovilización de las bases del PP. En su recorrido, estos paladines de la magia del verbo -investidos antaño por la propia militancia con el aura de semidivinidad- no se han visto esta vez rodeados de cientos de afiliados como venía siendo costumbre. Esto confirma lo que era un secreto a voces: aquella encandilada militancia que escuchaba en estado hipnótico a sus representantes de las altas instituciones se ha esfumado.

Ahora ya no es extraño ver cómo apenas el presidente del PP local, acompañado de algún miembro acérrimo que no tiene inconveniente en posar para la foto, acuden a recibir a diputados y senadores. Y eso es fiel reflejo de una realidad: el abatimiento se ha adueñado de las sedes locales de los populares. La razón no hay que buscarla solo en los casos de corrupción -que también- sino en un enorme despropósito: el cansino ninguneo que Rajoy y su equipo han dedicado a todos los valencianos, permitiendo que bajo su presidencia, año tras año, hayamos estado en el vagón de cola de las inversiones: en 2018 somos los penúltimos, a pesar del peso demográfico y económico de la comunidad.

Seguiremos, pues, un año más sin ser considerados ciudadanos de primera, esperando que al próximo las cifras corrijan la tendencia de los últimos años. Tres ministros del nuevo gabinete son valencianos -había un cuarto, Màxim Huerta, que ya no está- y ellos deberían ser valedores del cambio. Sería imposible justificar una nueva marginación. A Rajoy le ha costado medio millón de votos valencianos, todo un aviso para su sucesor.