Estamos viviendo un previo al verano trepidante. Como diputado provincial, y alcalde Alfafar, siempre he puesto en mi trayectoria de servidor público a la persona en el centro de toda actuación. Por eso, situaciones como la detención del presidente de la Diputación de Valencia empañan la visión del ciudadano de lo que realizan sus representantes, por encima de siglas, y de hacer política electoralista desde la demagogia como bien saben hacer los representantes de los gobiernos del cambio.

Trepidante también es la nueva página que se está viviendo en el Partido Popular a escala nacional, con el congreso previsto para finales de este mes, donde elegiremos a nuestro presidente. Es noticia la cifra de afiliados inscritos para poder participar del proceso, que ronda un 8 % de lo que se suponía que era el censo del partido, alrededor de 800.000 militantes. Al final, son los procesos democráticos internos los que te hacen ordenar o limpiar los censos. El militante es el que paga, el que se moja, el que abre las persianas de la sede. No debemos entrar en un bucle sobre si somos más o menos; este proceso nos ha hecho ver que los populares tenemos movilizados a cerca de 70.000 personas en toda España y 7.000 en la Comunitat Valenciana. A partir de aquí, de lo que se trata es de ofrecerles tanto a ellos, como a la sociedad, un proyecto que les ilusione.

No es momento de lamentos; como bien dice nuestra presidenta Isabel Bonig, en política se viene llorado de casa. Hay un reglamento de congreso establecido de dos vueltas. Hay que votar masivamente el próximo 5 de julio, los militantes tenemos la palabra y debemos aprovecharla y ejercerla. La primera vuelta es la voz del militante que tiene que elegir de manera libre, autocríticos, sin presiones, ni intromisiones, porque, si no, al final al primero de todos que estaremos engañando es a nosotros mismos. No podemos cerrar esta puerta en falso. La política son ciclos, unos se cierran y a continuación se abren otros. No hay que tener miedo a ambicionar cambios, sino todo lo contrario, los cambios producen emoción y la emoción genera ilusión.

No podemos mantenernos quietos antes estos días de democracia interna popular. Debemos hablar, debatir y participar. Necesitamos volver a ocupar ese espacio de centralidad política y con personas que defiendan con pasión aquello en los que creemos. No es tiempo de ponerse perfil, ni de hablar con la boca pequeña. Tenemos que recuperar la ilusión, la seriedad y la confianza de todos aquellos que en un día pasado nos votaron y ya no nos votan.

Necesitamos a una persona que pueda defender con pasión aquello en lo que creemos: el bien común, el servicio a los demás, la libertad y el humanismo. Y como he dicho anteriormente, volver a ubicar a la persona en centro de la acción política. Hay muchos españoles y otros tantos valencianos que así lo esperan. No decepcionemos, debemos estar a la altura.