Muchas de las que estuvimos en las calles, días y noches aquel mayo del 2011 vemos la evolución de Podemos como un proceso esperpéntico. Incluso para aquellas que desde el principio compartíamos señaladas diferencias con el partido morado, su debilidad en la denuncia de la represión por parte del estado español a partir del caso catalán es, por encima de todo, doloroso.

Es preocupante, triste y doloroso para todas las que, en algún momento, consideramos a las compañeras de Podemos cómo compañeras de luchas. No de todas, con diferencias importantes, pero con coincidencias grandes. Con simpatía humana, con vivencias similares.

Es por ello por lo que apabulla su silencio, su dejadez con el avance de la extrema derecha, su elección de no realizar una campaña pedagógica que haga entender a mayoría de las (buenas) personas españolas la complejidad de la situación que estamos viviendo en el estado español. Me cuesta mucho creer que aquellas compañeras de tienda de campaña en las noches del 15M no se acongojan ante la mirada fija de Txell Bonet sosteniendo a su hijo mientras demanda, por justicia, la liberación de su compañero, Jordi Cuixart, y la de todos los demás presos políticos.

En toda sinceridad, no me creo que su sangre no hierva viendo a los hijos de Junqueras en una estación de tren, el problema radica, en mi opinión, en lo que ellos consideran que es mejor con fines electoralistas.

El Franquismo sociológico

España, como tal, es un concepto problemático ya que su composición está basada en el abuso sistemático de las minorías nacionales a lo largo de la historia: de la quema de ciudades y destrucción de leyes propias, como en el País Valenciano, a la constante burla de los hablares y cultura Andaluza, pasando por la brutalidad contra las ciudadanas en el País Vasco y ahora, el encarcelamiento de políticas catalanas por el hecho de apoyar el derecho a decidir de su tierra.

La noción misma de España ´una, grande, y libre´ ha calado a sangre y fuego, especialmente, gracias a la voraz represión franquista. El franquismo sociológico, es decir, el hecho de que ciertos pensamientos pre-democráticos abundan en el colectivo educado bajo el franquismo, está impregnado en una gran parte de la capa social española. Por ejemplo, un 54% de la población del estado español considera adecuado que los presos políticos catalanes estén en la cárcel. Podemos, cómo partido que aspira llegar al poder ha preferido modelar su discurso a lo que consideran la realidad social, con fines electoralistas, que avivar las contradicciones del sistema para romper la hegemonía del franquismo sociológico.

No obstante, su estrategia no parece haber sido exitosa. En vez del crecimiento de Podemos, su voto se ha estabilizado y los ganadores de la equidistancia frente a Catalunya ha sido Ciudadanos. Con una derecha y extrema derecha al alza, sería hora de empezar a deconstruir el argumentario que ha dejado todo el poder a la derecha para describir la realidad. Ello pasa, necesariamente, por la asunción del derecho a decidir cómo una herramienta radicalmente democrática y empoderadora de todos los pueblos que sobreviven1 en el marco del estado español.

El derecho a decidir

La izquierda española, asumiendo históricamente el argumentario fascista de la transición (transición ejemplar y pacífica, separación plena de poderes, respeto a unas fuerzas de seguridad del estado que siguen controladas por mandos abiertamente franquistas), se ha autoincapacitado para romper el discurso hegemónico.

El derecho a decidir, por tanto, surge como alternativa para el empoderamiento de los colectivos y para romper con un discurso equidistante. Surge de la realidad material: en España no se puede decidir a muchos niveles. Las mujeres no podemos decidir salir tranquilas a bailar, porque un sistema judicial deja en libertad a violadores cómo los de La Manada en detrimento de nuestros derechos vitales; las Valencianas no podemos decidir tener un sistema abierto, justo y transformador porque el Tribunal Constitucional nos impide realizar las necesarias medidas sociales que nuestro país urgentemente necesita; las Catalanas no pueden decidir su futuro puesto que España las golpea y encarcela, en vez de tener una solución política a sus justas demandas; las raperas no pueden decidir sus propias letras, puesto que las leyes españolas son injustas y persiguen a raperos en vez de banqueros. El derecho a decidir es, por tanto, la herramienta unificadora entre luchas democráticas que puede acabar con el franquismo sociológico en España, pero necesita una asunción total y sin complejos por parte de la izquierda.

El problema central, por tanto, no es Podemos, o el resto de la izquierda española equidistante per se. El problema es España, y mientras no se haga una prioridad empoderar el derecho a decidir de todas las diferentes nacionalidades que allí se encuentran, lo seguirá siendo. Como integrante de la Plataforma pel Dret a Decidir del País Valencia, seguiré trabajando incesantemente por ello, para crear un mundo más justo, solidario y libre.