«Voldria ser mariner/Ii tindre els peus en la mar/acaronant la voreta./Voldria tindre una barca/per a poder navegar€». Maria Mulet (Albalat de la Ribera, 1930)

Aunque nos pese, somos Europa. El proceso europeo puede paralizarse, pero nunca ha de retroceder. «Non si torna più indietro», dijo Luigi Barzini, refiriéndose a «esta neurótica e inestable península de Asia». En el inevitable proceso de unificación europea sólo los británicos se permiten la veleidad de alejarse del esfuerzo común que ha conseguido la integración de 27 Estados preexistentes. De la que se desgaja uno, el Reino Unido, porque nunca llegó a tener voluntad de ser parte, ni digno, del conjunto. Aviso a navegantes.

De la Nau al Botànic. La Generalitat Valenciana del Botànic ha recibido dos nuevos impactos en la línea de flotación. El encarcelamiento sin fianza de su expresident, Eduardo Zaplana, el boss, por lo que tiene de indignidad para la institución y el arresto del president de la Diputació de València y alcalde de Ontinyent, Jorge Rodríguez, barón comarcal del president Ximo Puig, en el aparato del PSPV. Fue el ministro de Fomento, José Luis Ábalos, quien desde Madrid, sentenció que Rodríguez no estaba en condiciones de continuar. La andanada política coincide con el 40 aniversario (1978-2018) del PSPV-PSOE (Ernest Lluch, Alfons Cucó), fusión que todavía suscita resquemores. La segunda efemérides se solapa con los tres primeros años de Consell del Botànic y el mes que llevamos de Gobierno de Pedro Sánchez. A un año de la cita electoral de 2019, para revalidar el poder en la Generalitat, en los municipios y en el Parlamento Europeo. Cónclave que marcará el devenir de la política valenciana.

Frenesí. Para los valencianos es importante el horizonte europeo. Desde su acceso al Gobierno de España, Pedro Sánchez, atiende su intensa agenda con múltiples compromisos europeos. París, Berlín, Lisboa -la Entente Ibérica, con el luso António Costa- son los destinos prioritarios para subirse al carro de la crisis en los cimientos comunitarios. En la guerra euro-dólar que espolea el mandatario estadounidense Donald Trump, la moneda europea necesita reformas y la decisión en los Estados miembros, de apostar por el Sistema Monetario Europeo. La readaptación de los procedimientos y de la política finalista con los refugiados que emigran desde África o por los conflictos de Oriente Medio, constituye otro desafío. Los inmigrantes arriban a España o a Italia, pero van teledirigidos a los países del continente con mejor porvenir. Se trata de taponar la hemorragia humana mediante políticas europeas dignas y eficaces.

Sin futuro. En 2006, el entonces presidente italiano, Sergio Napolitano, afirmó: «No hay futuro, si no es en el rechazo a cualquier tentación de repliegue en las reclamaciones mezquinas e ilusorias de interés nacional y el abandono estéril al escepticismo hacia el proyecto europeo». Es ahora el novísimo gobierno de la República Italiana de Giuseppe Conte, el que está liderando el abandono de los fugitivos a su suerte. Euroescepticismo visceral de una Italia endeudada hasta las cejas. El reto es político. Los Estados europeos han cedido al descrédito de la política. Las tesis tecnócratas y neoliberales han denigrado la acción política cuando, en su ejercicio y fruto de su debate, se encuentra la solución. Hay una política de altos vuelos y otra de simulación que ya definió Maquiavelo como «el arte de disimular la verdad con palabras brillantes». Muchas veces, los políticos se ocultan en lo que pasa para tapar sus miserias. Lo malo no es que estos infundios se lancen a la calle, sino que mucha gente acaba creyendo lo que se propaga con ellos. El brexit es fruto de esta martingala, con la que algunos obcecados imponen su sectarismo sin medir las consecuencias.

¿Ingenuidad? Los valencianos necesitamos sosiego. Que se esfume la polaridad en la política española. Que se redefina el mapa territorial. Que se acabe con la injusta financiación y los agravios fiscales entre autonomías. ¿Los españoles no han de ser iguales para todo? Es patético que se siga creyendo en los buenos propósitos de los ministros de Fomento de turno, Íñigo de la Serna por el PP y José Luis Ábalos por el PSOE. ¿Somos tontos o nos lo hacemos? Nuestro corredor y nuestros intereses pasan por Catalunya, que sigue siendo territorio comanche. Que los partidos políticos velen por los intereses de las partes integrantes del Estado español. Que se zanje el contencioso entre el Reino de España y Catalunya.

No todos los catalanes son separatistas, aunque muchos ciudadanos de Catalunya exigen justicia con su país y con su cultura. Piden diálogo y eficacia en la urgente tarea de normalizar el país. Aunque no se lo crean, vamos detrás, o no vamos a ninguna parte, si no recuperamos la autonomía política y financiera que nos han sustraído muchos mindundis que siguen pilotando el País Valenciano. Ustedes verán.