La luz tiene distintas formas de interaccionar con la materia. El profesor Quereda nos explica que la difusión es el proceso de infinidad de reflexiones sobre moléculas de gas o partículas en suspensión. Es lo que da color al cielo que, sin atmósfera, estaría siempre negro.

¿Qué colores vemos? Sobre el azul, en un día de verano como hoy, puede destacar algún cúmulo de buen tiempo, con su blanco inmaculado. En el caso de la nube, sus gotas de agua son de gran tamaño, muy superior a los 0´4-0´7 micrómetros (la millonésima parte de un metro) de la longitud de onda del espectro visible. Es lo que se conoce como la dispersión Mie, en honor del físico alemán Gustav Mie. En ese caso, no hay ninguna preferencia por ninguna longitud de onda de la radiación solar. Por eso vemos las nubes blancas; o los granos de sal o de azúcar.

Pero si la luz solar incide sobre partículas más pequeñas que su longitud de onda, la difusión depende de la longitud de onda dentro del espectro. Es la dispersión de Rayleigh, en honor a John William Strutt, lord Rayleigh por su título nobiliario (tercer barón de Rayleigh) y premio nobel de física en 1904.

La parte del espectro visible que más se dispersa es el azul y de ese color vemos el cielo, ya que la luz solar no nos llega directamente sino después de experimentar una difusión. También ayudan los conos, pequeños receptores fotosensibles, responsables de la visión diurna, más preparados para ver el rojo, verde y azul. Al amanecer y anochecer, la luz solar ha de atravesar más atmósfera, lo que aumenta la difusión en el resto de los colores. Dentro del espectro visible, el rojo es el color con mayor longitud de onda; apenas experimenta difusión y nos llega directamente. Por eso vemos el sol rojo. Y al alejar la vista del mismo, algo de azul y violeta, los de mayor difusión.