La comunidad del Centro de Educación de Infantil y Primaria (CEIP) Doctor López Rosat de València ha adoptado una decisión lógica. Ante la insistencia del Consell en que tenía que cambiar su denominación por el hecho de que recordaba a un alcalde de la época franquista, ha optado por renombrarlo con un significado, el del amplio parque que circunda el centro educativo. Se llamará, salvo imprevistos políticos, CEIP Parc de l´Oest.

Este parque resulta casi tan consustancial al barrio de Tres Forques como el propio colegio.

Codo a codo -o pared a pared- han ido creciendo a la par que esta zona de la capital autonómica. Los alumnos del colegio y sus progenitores conocen, prácticamente, tanto el parque como el propio centro. Situado apenas a medio centenar de metros, acuden incontables tardes a jugar allí con sus compañeros al salir del colegio.

Por tanto, qué mejor idea que rebautizar el centro educativo con el nombre del espacio ajardinado y lúdico que lo acompaña, con un lugar que evoca numerosos momentos vividos. Pocas medidas resultan más obvias que otorgarle una denominación que adquiere un significado para quien lo utiliza, para quien lo disfruta, para aquellas personas que lo enlazan con sus quehaceres cotidianos.

Esa lógica aplicada por los vecinos no ha brillado en las imposiciones políticas de cambio de nombres aprobadas por Consell y Ayuntamiento de València. En esta misma barriada se ha producido la alteración de decenas de vías urbanas e incluso del conglomerado que agrupa algunas de ellas. Por ejemplo, el Consistorio decidió, sin consulta vecinal alguna, reemplazar hace un año el rótulo de la calle Salvador Cortils porque rememora a un militar y sustituirlo por el del médico Mariano Carsí, que genera más simpatía a quien ha adoptado esa determinación.

Con todos los respetos a Carsí y a sus descendientes, su nombre no aporta una evocación, no refleja un lugar común, no adquiere un significado para las generaciones que han crecido en la calle Salvador Cortils. Hubiera resultado más práctico y, sobre todo, más empático, haber consultado a los afectados. Posiblemente, habría surgido un apelativo que implicara más sentimiento, como calle de los juegos infantiles (por su carácter peatonal) o de las macetas (por las existentes en las puertas), por proporcionar ideas.

Una situación similar ha ocurrido con el Grupo Antonio Rueda, cuyo nombre, por haber sido engendrado en época franquista, también ha quedado proscrito. En su lugar el Consell, igualmente sin consulta previa, lo ha renombrado 8 de Marzo. En este caso la fecha adquiere un plus reivindicativo, igualitario. Con más connotaciones que un nombre desconocido. De cualquier modo, me planteo hasta qué punto significa lo suficiente para sus habitantes. Quizás grupo de chalés, de calles peatonales o del Instituto Cid hubieran sido propuestas más cercanas al día a día de sus moradores.

Juzgar el pasado desde la perspectiva del presente siempre supone un sesgo. No se puede valorar una situación sin tratar de ponerse en el lugar de quien la ha vivido. Únicamente se logra, con esa visión actual, prejuzgar. Desmerecer el nombre de alguien porque el destino quiso que desarrollara su existencia en una época determinada resulta discutible. Tanto como imponer otra denominación porque el poder público de turno la considera más apropiada. Más ecuánime parece que escojan las personas afectadas, quienes han de nombrar con asiduidad ese barrio, esa calle o ese colegio. Como ha sucedido en el CEIP López Rosat. El próximo curso ya Parc de l´Oest.