"Fui la persona más difamada del siglo XX" dice la voz del médico y político palmense, Juan Negrín López (PSOE), representada por Juan Carlos Botto, en el largometraje documental "Ciudadano Negrín". Y no es de extrañar que así sucediese puesto que pertenecemos a una cultura donde la envidia es tradicional. En agosto, afianzadas las elevadas temperaturas que especialistas y personajes públicos como el ex vicepresidente de los EE.UU, Al Gore, premio Nobel de la Paz dos mil siete, proféticamente anunciaron debido al cambio climático; las zonas de veraneo, en pleno apogeo, propician reuniones, avisperos de indiscriminado cuchicheo y desintoxicación del anual colocón televisivo. El artículo, "La bicha como fetiche", escrito por el filósofo donostiarra Fernando Savater, integrante del Movimiento por la Paz y la No Violencia, recogido en la obra colectiva "¡Castigados sin tele!" (2005); posee párrafos inestimables: "A los déspotas ilustrados siempre se les ha notado más lo primero que lo segundo, y ahora no digamos. ¿Quién encauzará austera y educativamente nuestra televisión, o la cultura en general?". Francesc Bracero, en enero del dos mil once, entrevistó a Rosa María Mateo para La Vanguardia; y la cualificada periodista, actual administradora única provisional de RTVE, declaró: "Tengo la sensación de que se me ha apartado a lo largo de la profesión, de que se me ha ido como empujando. Tranquilamente podría haber seguido, pero ahora no tengo ningún ánimo".

Hablando de envidia cabe resaltar que todo individuo posee tal resorte caracterológico invariablemente propenso a la activación. Centrarse en lo negativo de las personas es antesala de la envidia, etimológicamente ver con malos ojos; de ahí a la difamación solo hay un plis plas. ¿Cómo evaluar los daños ocasionados, emocional o profesionalmente, a personas envidiadas y sus entornos? ¿Existen baremos estipulados? ¿Se contemplan las secuelas, cuando no hay tipificación del mal ocasionado? -"La pelea por envidia entre tres cuñados, detrás del incendio de Seseña (Toledo)", ("El Español", 25/06/2017)- ¿Es constitutivo de delito envidiar hasta amargarle la existencia a otra persona? Escribía la periodista Lucía Taboada, en un artículo para GQ Noticias, en dos mil dieciséis, invocando al también periodista Julio Camba: "La envidia de los españoles no es aspirar al coche del otro, sino a que el otro se quede sin coche".

¿Cuál es el divertimento que supera a la comidilla sobre el vecindario en temporada tórrida y chancletera? ¿Quién no se regodea descalificando la apostasía política ajena, en chillonas discusiones de bar y terraza? ¿Acaso en noches estivales no se insemina el recelo por quienes mantienen su emancipación de usos huyendo abiertamente de las francachelas? Estas y otras muchas preguntas sobre la envidia consensuan esa intemporal arma utilizada con tirria y€ ¡tan barata! Envidiar es un enrevesado juego de sociedad que demanda, a quienes no lo practican, el esfuerzo cotidiano de la diplomacia. Pero ¡Es verano! ¡Fuera el surmenage profesional y las caretas sociales! Entonces, ¿a qué hacer clan con maldicientes?

Entre amistades la envidia tiene su discurso: "-Claro que, bien mirado, no debería sorprenderme. En cierto modo, si lo analizas, es lógico que la pobre te tenga un poco de envidia, como me la tiene a mí, envidia sana, entiéndeme, la envidia es humana. Yo estas cosas te las cuento a ti, porque sé que se te pueden contar, pero, vamos, ¡a ti y a nadie más!, ("Agobios nos da la vida", María Teresa Campos). También existe la envidia cultural promotora de arrebatos personalizados: "Puesto que hemos dado en hablar de celos y envidias, desdichas corrientes, pero más visibles en el así llamado mundo intelectual, quiero apuntarte-escribía Giovanni Papini a un amigo- otra posible causa de esa animosidad: "el mito de la suerte". Estoy cada vez más agradecido a los enemigos, con el veneno que rezuma de sus páginas he elaborado tónicos y reconstituyentes", ("Exposición personal"). En igual ámbito, surgen arremetidas centradas en perímetros de mayor acción: "Reverte, avergonzado del sí de la RAE (Real Academia Española) al Consejo de Ministras y Ministros", ("Libertad digital", 09/06/2018). Álvaro García Meseguer murciano que fue presidente durante una década de la Sección de Construcción de la Organización Europea para el Control de la Calidad, en "Lenguaje y discriminación sexual", libro con tres ediciones, que vio la luz por primera vez en mil novecientos setenta y siete, escribía: "Es elitista quien vive en su grupo cerrado, juzga a todos por lo que sucede en su entorno y no se preocupa de conocer la realidad. Es elitista quien piensa que solo ciertos grupos selectos deben tomar las decisiones que conciernen a la sociedad. Es elitista quien no siente la democracia dentro de su ser".

La envidia fiel correligionaria de la hostilidad, como tal, evidencia necesidades físicas e insatisfacción emocional. Envidiar consiste en empequeñecer a la persona envidiada a fin de que las y los agresores se eleven. Así mismo denota un oculto sentimiento de desventaja. En el ámbito familiar, los celos infantiles surgen y se agudizan en mayor cantidad "entre niños del mismo sexo y de edades parejas; la manera más constructiva de reducir los sentimientos negativos de cualquier índole consiste en alentar su expresión -mediante palabras, dibujos, pintura, música, arcilla, representación dramática. El niño que siente celos se desvive porque lo comprendan empáticamente", recoge uno de los capítulos de Dorothy Corkille Briggs, educadora y madre, en su estudio "El niño feliz", donde ensambla enfoques maternales y docentes.

Envidiar no se circunscribe a épocas determinadas de la humanidad; desde el principio de las civilizaciones la envidia ha acompañado al ser humano, plasmándose en religiones, dinastías, negocios inmobiliario, política, cultura, finanzas varias, mitologías, deportes, industrias energéticas, tecnológicas, armamentísticas; resumiendo: ¡en todo!. Estudios socio-antropológicos recopilan ejemplos concisos para la elaboración de una pasmosa cosmovisión de la envidia: "La perfidia acabó por hacer de las suyas. La mujer de Anpu empezó a sentir celos de Bata. Le daba muchísima envidia que su buena fortuna dependiese del mozo, así que empezó a sembrar cizaña entre los hermanos y a contar mentiras con palabras malévolas e insinuantes", ("Cuentos del Antiguo Egipto", Roger Lancelyn Green). Si del Imperio Romano se trata, en sus inicios surgen episodios determinantes: "La labor de los envidiados romanos llevaba consigo la confesión vergonzosa de los miedos de la poderosa República. Temblaban materialmente ante un simple suffeta (magistrado civil) de Cartago. Roma no podía admitir a la cabeza del Gobierno de Cartago al Barca (Aníbal) con su talento extraordinario"; según la "Historia de Roma", del Premio Nobel de Literatura, en mil novecientos dos, Christian MatthiasTheodor Mommsen, nacido en Garding, antigua localidad danesa, ahora alemana, de Schelswing-Holstein. "Schleswing-Holstein: una decisión más comprensible que el nombre del tribunal", ("ctxt revista contexto", 11/07/2018). Envidia criminal que asesta golpes mortíferos como el de Melissa Camargo que, en el Estado de Iowa (EE.UU.), "acuchilló a su amiga, con quien compartía el novio. Asesinó a su amiga por celos y envidia", recoge el artículo de Aníbal Díaz para la web "zócalo.com", datado en el pasado mes de abril.

El dramaturgo irlandés Oscar Wilde (envidiado a más no poder) dijo: "Cualquiera puede demostrar simpatía por un amigo que sufre, pero sólo un alma elevada puede demostrar simpatía por sus éxitos". Por su parte, la poetisa estadounidense Aline Kilmer escribía: "Siento que seas más sabio, siento que seas más alto, ojalá fueras más tonto, ojalá fueras más bajo". Johann Wolfgang von Goethe, literato alemán cuyo C.I. (coeficiente intelectual) era de doscientos diez, según el estudio de la psicóloga Catherine Milles Cox; advertía: "Conocer la propia medida es una gran fuerza"; poder, este, que ignora la gente envidiosa.