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Los otros catalanes

Sesenta años más tarde de la publicación, en 1958, del artículo Los otros catalanes, por Francesc Candel, valenciano de Casas Altas, Rincón de Ademuz, lo que quizás contribuyera a dotarle de la sensibilidad necesaria , vuelven ahora a producirse situaciones que recuerdan, de algún modo, las entonces vividas, por familias de inmigrantes que llegaron a Cataluña, echaron raíces, incrementaron en la siguiente generación el número de sus miembros, ya allí nacidos, se encontraron con dificultades de integración y hoy se sienten desorientados ante el proceso independentista.

Por entonces, Candel quería vencer las dificultades de entendimiento -«uns que no es volien adaptar, i altres que menyspreaven als inmigrants»- y anticipaba el reconocimiento necesario que llegaría para los inmigrantes con la fórmula política «catalans, tots els que viuen i treballen a Catalunya», y el respeto que ambas concepciones merecen, la del origen y la de la catalanidad de adopción. Posteriormente el libro Els altres catalans, Edicions 62, financiado con aportaciones diversas -desde Joan Reventós (PSC) a Jordi Pujol (Convergència), con el apoyo siempre discreto del PSUC- fue un hito en la reflexión sobre la nueva configuración social de la Catalunya del momento y de la que vendría a continuación. La integración eliminaba la marginación y favorecía el desarrollo económico del conjunto, que, como en otros países europeos, recibía la fuerza joven de la población migrante.

Los jóvenes de aquel tiempo, y sus hijos, se integraron en la sociedad catalana, fueron socios de clubs deportivos, alguno de ellos «més que un club», muchos de ellos votantes de los partidos tradicionales de la catalanidad, como la coalición Convergència i Unió, hoy replicada con denominaciones distintas y por separado, y, en las actuales circunstancias políticas, no encuentran el acomodo que en el pasado tuvieron para lograr la comunicación, que contó con la voluntad y el esfuerzo conjunto de todos, lo que supuso el desarrollo de la comunidad de adopción, de la cual forman ya parte.

En las circunstancias actuales urge encontrar nuevas fórmulas de entendimiento. En una reciente entrevista, el recién fallecido historiador Josep Fontana, doctor honoris causa por la Universitat de València, desde posición comprensiva con el independentismo, afirmaba: «No digo que esta sea una batalla entre buenos y malos, pero es una en la que posiblemente perdamos todos». Y añadía: «Bastantes cosas hay que ganar todavía». ¿Acaso no fue esta la apuesta que hicieron los otros catalanes, al incorporarse al esfuerzo de Catalunya? ¿Al sumar sus voces a las de la «Catalunya triomfant» que canta Els segadors? Solo el entendimiento que llevó a esos catalanes todos a incorporarse a un proyecto solidario e integrador, en el que creían, puede reconducir hoy el proceso, dar cabida a todas las sensibilidades que incluía aquella «Catalunya, som sis milions» y salir fortalecida para desempeñar, desde el catalanismo, el papel que siempre le ha correspondido en la vanguardia de España y en el reconocimiento de Europa.

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