Ahora que parece que la crisis está dejándonos respirar, nos encontramos un paisaje completamente distinto en Ciutat Vella. En los últimos diez años hemos visto desaparecer edificios y comercios tradicionales mientras aumentaba el número de restaurantes, terrazas, hoteles y pisos turísticos, un proceso que ha sido analizado críticamente en esta misma tribuna. El reciente fenómeno de los apartamentos turísticos ha saturado y roto el equilibrio entre los usos en Ciutat Vella, un proceso que afecta negativamente al uso residencial y al propio espacio público.

El Ayuntamiento de València prepara un nuevo plan especial para Ciutat Vella, con el objetivo prioritario de favorecer y recuperar el uso residencial en el centro histórico, limitando al mismo tiempo la implantación de la vivienda turística en la mayor parte de este ámbito y acotando la ubicación del uso hotelero.

Para ello, el plan reserva una importante área de carácter predominante residencial donde se limitan, acotan o prohíben estos usos, excepto en una selección de inmuebles protegidos, como son los palacios y las casas señoriales a los que se les otorga la posibilidad de implantación de un uso terciario, léase otros usos no residenciales. El peligro, que todos se conviertan en hoteles.

Muchos de estos palacios y casonas están abandonados, silenciados, sin uso. Sus propietarios no encuentran salidas fáciles para abordar su costosa rehabilitación, no saben qué hacer con ellos. Es necesario actuar, y hacerlo pronto porque si no se rehabilitan los perderemos. Pero no hay que ceder y aceptar el uso hotelero como única solución. ¡Hay que abrir miradas!

Necesitan una rehabilitación arquitectónica y social, un proyecto participativo. El inversor, el propietario, el usuario, los vecinos o los comerciantes... con visiones distintas, pero con un objetivo común: dar una nueva vida al edificio. El patrimonio, la cultura y las personas, pueden ser la combinación perfecta para recuperar y dignificar estos edificios.

Cualquier edificio que se proyecta, que se rehabilita, cualquier intervención sobre ellos, es un acto social, ya que tiene un impacto en la ciudad, en la sociedad y en todos nosotros. Hay que tratarlo de ese modo. Trabajando desde el respeto absoluto. Adaptando los usos al edificio y nunca el edificio a los usos, respetando su estructura, su origen, su historia, manteniendo su alma. Las personas y el barrio tienen que estar en el centro de la misión y de la intervención. Por todo ello, la posibilidad de terciarización que ofrece el plan nos parece interesante pero con matices, por los efectos que producen los excesos, de sobra comprobados, en el entorno residencial.

Como alternativa, proponemos mezclar usos, combinar viviendas, oficinas y comercios de forma permanente, temporal y eventual. Reconquistando estos edificios para vivir, trabajar y disfrutar. Escuchemos al edificio. Abramos las zonas comunes, los portones y zaguanes de estos edificios a la ciudad, ¡al espacio público!. Agitemos culturalmente sus plazas para contribuir a la revitalización del entorno.

Los apartamentos turísticos y hoteles no son la única solución. La mayoría de los inversores centrados en esta línea sólo buscan una rentabilidad económica, olvidando la rentabilidad social, cultural y patrimonial, que es lo que conseguirá que el edificio recobre su vida y le devuelva la identidad al barrio.

Por todo ello, proponemos dar un paso más. Favorezcamos la implantación de otros usos distintos al hotelero para conseguir un equilibrio. Limitemos este uso, marcando pautas en relación al tamaño, los valores del edificio y la ubicación del inmueble. Fomentemos la implantación de actividades culturales, artísticas y sociales. Incluso, permitamos también el uso residencial para aquellas personas que quieran convivir con la cultura y participar en la rehabilitación de estos edificios singulares. Aprendamos de experiencias internacionales muy valiosas en este campo.

Otras áreas municipales deberían apoyar estas ideas, concediendo ayudas y beneficios fiscales a quienes contribuyan a rehabilitar estos edificios con usos combinados para dinamizar el entorno.

Los centros históricos están dejando de latir. Valencia empieza a acercarse a un modelo de ciudad turística que no nos beneficia en absoluto. Es necesario enfatizar la importancia de realizar una adecuación del patrimonio para un provechoso uso social y, más concretamente, recalcar la posibilidad de convertir estos bienes patrimoniales en auténticos y poderosos recursos al servicio de las personas.

Somos vecinas de Ciutat Vella, y venimos investigando desde hace años un proyecto al que llamamos «Edificios con Alma». Los diferentes reconocimientos que hemos recibido por nuestro trabajo no nos satisfarán plenamente hasta conseguir que la ciudad, nuestra ciudad, se atreva a innovar en este campo. Demos pues un pasito mas, hay vida más allá del uso hotelero para estos edificios. Abrámoslos para todos.