Hemos conocido la amarga e injusta muerte de dos pequeñas de 3 y 6 años a manos de su padre en Castelló. El doble filicidio ha sido un mazazo para toda España, y especialmente para la capital de la Plana. Todo el mundo se pregunta cómo es capaz un padre de matar a dos ángeles inocentes de 3 y 6 años. Estimados lectores: los hay capaces y capataces, y este caso es prueba de ello y de que el sistema volvió a fallar.

Han trascendido detalles sobre dos denuncias previas interpuestas por su expareja por malos tratos y amenazas. Denuncias que finalmente se archivaron a petición de ella y de la Fiscalía (en una de ellas solicitó una orden de alejamiento que no le fue concedida). Quizás nadie nunca imaginó el trágico desenlace que hoy conocemos, pero lo cierto es que no se hizo todo lo que se pudo. El sistema volvió a fallar, llevándose consigo las vidas de dos menores absolutamente inocentes, permitiendo que un ser que podríamos considerar de todo menos humano movido por el odio y la venganza acabase con la vida de sus hijas con el único fin de herir a su expareja.

¿Por qué ha decidido matar a sus hijas? ¿Por qué de un modo tan cruel y violento utilizando un arma blanca? Para explicarlo es primordial la labor que realizan los investigadores y los detalles que muchos criminólogos observamos en su modus operandi. Su forma de actuar denota un crimen movido por el odio y la rabia. Rabia hacia una expareja que un día decidió poner fin a su matrimonio. Rabia porque ella seguía con su vida sin contar con él, y él en cambio seguía estancado. La violencia y poca sutileza con la que ha dado muerte a sus propias hijas demuestra que para él, ellas eran un simple instrumento de dominación y control hacia su exmujer. Un arma muy valiosa con la que hacerle sufrir y causarle el mayor dolor que una madre puede sentir: que le arrebaten a sus hijos. Él lo sabía y decidió actuar en consecuencia. ¿No les recuerda este caso al de José Bretón?

¿Por qué decidió suicidarse después? Estoy completamente seguro de que no sintió remordimientos ni cargo de conciencia alguno. La razón, a mi juicio, es simple: quitándose la vida conseguiría que la madre nunca resarciera su dolor, que nunca se hiciera justicia, que nunca lo viera en prisión. De esta forma, ella nunca podrá descansar, sabiendo que un indeseable le ha arrebatado lo que más quería y que nunca pagará por ello. La maldad humana, de nuevo, nos demuestra que no tiene límites. El sistema volvió a fallar. Y es que no se cuenta con personas especializadas para analizar cada situación y proponer las medidas más adecuadas para evitar este tipo de situaciones. No se cuenta con criminólogos en instituciones públicas capaces de estudiar los casos e individualizar medidas. Y mientras ello no ocurra, el sistema volverá a fallar.