«Fantasmes de ciment han engolit/a poc a poc el mar, el camp, els boscos/que foren l´únic paradís dels meus/ anys infantils. Desposseït de somni€». Miquel Dolç (1975-1993)

Hay quien piensa que el turismo se reduce a números. Las cifras del turismo valenciano no son buenas ni malas, sino anodinas. Los principales destinos turísticos del mundo han optado hace tiempo por la calidad. París, Nueva York, Baleares, Andorra, Barcelona o Londres marcan la pauta. Mientras, el turismo valenciano, deslumbrado por el sol y la playa, sigue deteriorando sus recursos y el paisaje.

La miope visión a corto plazo puede acabar con las posibilidades de un porvenir turístico supeditado al ecosistema y su escasa profesionalización ¿El futuro está en la gastronomía, en la faceta cultural, en las raíces rurales, en el conocimiento o en el espejismo de las ciudades de cualquier cosa: las ciencias, las artes, la luz, las lenguas, las fallas, las naranjas o la indefinición? ¿El turismo de pantalón corto y mochila servirá para compensar el coste del turismo incontrolado? El turismo permite ingresar a unos pocos pero cuesta a todos.

Víctimas. Cuando los turistas se van, los arraigados se quedan, asumiendo su acción depredadora y despejando las incógnitas de un porvenir incierto. Los lugareños ignoran que son víctimas de la confluencia de los intereses económicos voraces y del ansia de los políticos para perpetuarse en el poder. La ordenación de la actividad turística para que no sea estacional, sigue siendo asignatura pendiente. En Xàbia, feudo de José Chulvi, alcalde y líder del PSPV en la demarcación alicantina, la vorágine de la especulación acaba con una de las zonas que, hasta hace dos décadas, se mantenía razonablemente preservada. Chulvi, a pesar de que milita en un partido de izquierdas, consigue atraer los votos del electorado conservador y del espectro electoral de los votantes extranjeros que constituyen más del 50% del censo. Aunar voluntades de socialistas, conservadores y europeos, no es fácil.

Antes y ahora. La fundación Cirne ha expuesto varias secuencias -recorrido fotográfico por la Xàbia no urbanizada- que comparan los mismos parajes, con intervalo de dos décadas. Impresión desoladora. Venimos de una época previa a la crisis económica de 2008, cuando se comprobó la urgencia de frenar el crecimiento caótico y el afán edificador del término municipal de Xàbia. Al menos mientras no se ordenaran las escasas infraestructuras y se respetaran los derechos de los residentes. Gozan de la categoría de contribuyentes -IBI + basura-, que alimentan los millonarios presupuestos del ayuntamiento en un término municipal donde se pueden frecuentar más inmobiliarias que la suma de farmacias, kioscos de prensa, hornos, fruterías y restaurantes, todos juntos.

Sin piedad. La característica más conocida de Xàbia es la de ser el pueblo con más festejos del territorio hispano. El pretexto es que este tipo de celebraciones gustan a los visitantes que mayoritariamente se sienten atraídos por la vida al aire libre, el acceso a las zonas marítimas, la tranquilidad y el paisaje. En las décadas de los años 60 y 70 del pasado siglo, se registró la afluencia de un turismo de calidad y alto poder adquisitivo que hizo inversiones importantes.

Aquellos pioneros del turismo de calidad perseguían y valoraban la autenticidad. También la salvaguarda de un territorio que, por estar alejado de las principales vías de comunicación, se había mantenido virgen. Conservaba tipismo y autenticidad.

? Chamusquina. En un fin de semana reciente, se organizó una competición de triatlón que dejó incomunicadas durante más de seis horas amplias zonas de la población. Los ciudadanos no podían acceder a gasolineras, panaderías y kioscos de prensa. Hasta la crisis de 2008 se restringieron las licencias de construcción y se suspendían en el mes de agosto cuando implicaran molestias a los residentes. Estas ordenanzas han sido suprimidas y resulta imposible vivir tranquilamente en las zonas residenciales.

Hace dos años Xàbia padeció un incendio forestal que acabó con 800 hectáreas de pinos, monte bajo y varias decenas de casas y vehículos. El ayuntamiento sigue sin ocuparse de la limpieza y vigilancia de las zonas boscosas. Durante el mes de agosto queda restringido el acceso a las dos calas más atractivas, las de la Granadella y el Portitxol, por saturación de personas y vehículos. El número de embarcaciones supera con creces la capacidad de los parajes para fondear.

El cantautor francés Jean Ferrat en 1971 escribió la letra de «Les touristes partis». La canción hace referencia a que cuando los turistas se marchan, los pueblos, poco a poco, se recuperan a sí mismos, con su verdad y sus problemas. Recuerda que a los habitantes de las zonas turísticas se les forma un nudo en el estómago por el temor al futuro impredecible. «Siempre a la busqueda de un culpable, siempre persiguiendo la felicidad». Cuando los turistas se van, se quedan los de siempre.