La gente se sorprende de que el tiempo atmosférico, en nuestras latitudes, manifieste cambios bruscos en pocas horas. Pasamos del calor al frío, del tiempo anticiclónico tranquilo y soleado, al inestable y lluvioso en apenas 24 horas. Las estaciones equinocciales son así, de cambios intensos. En primavera y en otoño lo normal son los cambios de tiempo bruscos. La circulación atmosférica se debe acomodar en su tránsito del invierno al verano y viceversa. Es lo que nos toca por estar ubicados en las latitudes medias del planeta. El problema que se está manifestando desde hace unos años es que la estación cálida se prolonga en el calendario por encima de los tres meses teóricos del verano. Y en la fachada mediterránea esta prolongación está animada por la acumulación de calor en el propio mar Mediterráneo que se manifiesta hasta bien entrado el mes de noviembre. Y comienza, también antes en el calendario, desde inicios del mes de mayo, en primavera. De manera que no es raro y lo va a ser menos en el futuro que en los meses de primavera y, sobre todo, otoño, asistamos a cambios radicales en el tiempo atmosférico diario. Es lo propio de atmósferas cálidas. Los movimientos de las masas de aire son más enérgicos, más bruscos. Los procesos de reajuste energético, dentro del sistema del balance energético regional, son más radicales, porque la atmósfera tiende al desajuste de forma habitual, ahora además debido a una acumulación anormal de calor, de origen antrópico, por el amontonamiento de gases en los primeros kilómetros de la atmósfera terrestre, que altera ese balance energético.