La legislación europea en materia de residuos y, en consecuencia la de sus Estados miembros, se encamina hacia la prevención, es decir, mejor no generar un residuo que tenerlo que reciclar, incinerar o, simplemente, depositarlo en vertedero. Con esta premisa, se ha propuesto toda una batería de iniciativas hacia esta dirección. Una de ellas es el fomento del consumo de agua de grifo como herramienta para prevenir la generación de millones de botellas de agua que, tarde o temprano, tendrán que ser gestionadas como residuo.

Así, el Parlamento Europeo quiere revisar la directiva relacionada con el agua potable con la finalidad, entre otros, de dar facilitar su acceso en los espacios públicos como parques y plazas. Esta norma, que data de 1998, pretende ser adaptada a la nueva realidad con nuevos actores, como el cambio climático y la economía circular. A día de hoy, cada europeo consume una media de 106 litros de agua embotellada al año, con un coste asociado mucho más elevado que lo que cuesta de media el litro de agua de grifo: 0,002 euros. Además, «la reducción del consumo de agua embotellada también puede ayudar a las familias europeas a ahorrar más de 600 millones de euros al año», según datos de la Comisión Europea. Además de la prevención de millones de botellas como residuo.

Con la revisión de la directiva se pretende, además, «la introducción de nuevos límites para determinados desreguladores endocrinos y la supervisión de los microplásticos que son motivo de preocupación creciente», apuntan fuentes parlamentarias.