Estos días hay revuelo en nuestro país a resultas del lanzamiento público de alguno de los contenidos de la futura Ley de Cambio Climático y Transición Energética. Ya era hora de que el gobierno de nuestro país, me da igual su signo político, diera un paso absolutamente imprescindible e irrenunciable, pese a quien pese. Era, además, una exigencia de Bruselas, que lleva marcando plazos de reducción de emisiones y propuestas de descarbonización de las economías europeas desde hace años. Ahora nos asustamos cuando nos dicen que en 2040 se prohibirá la venta de vehículos de combustión o híbridos. Porque en España no nos gusta preparar las cosas con antelación. Y ahora vendrán las prisas. Pero una ley así debería haberse aprobado ya hace una década y la industria del automóvil y auxiliares haber elaborado planes estratégicos de adaptación que evitaran el ruido que se ha producido ahora con este anuncio. Tesla lo tuvo claro hace algunas décadas. Y en relación con esta ley vendrá otra sobre Transición hidrológica, que relacionará la planificación y gestión del agua con la reducción de precipitaciones prevista en los modelos climáticos y que, de hecho, ya se está manifestando en algunas zonas de España, como en el sector meridional de la Cordillera Ibérica. Frente a esto que es una realidad apoyada en datos y que puede ir a más en los próximos años, en el sureste ibérico la postura victimista. Nos dejan sin trasvase. Hay quien, con oportunismo electoral y escasos conocimientos científicos, prefiere el mantenimiento del engaño a los agricultores que lo que necesitan son soluciones realistas a sus demandas de agua y no soflamas políticas. Los trasvases van a ser cada vez más difíciles en nuestro país. Por razones climáticas y políticas. Pero hay soluciones para ello, que deben explicarse con calma a los agricultores. Y garantizarles un precio asequible por el agua, reclamando si es necesario dinero a la Unión Europea. Lo demás será mantener viva la llama de un frentismo trasnochado, oportunista, que prefiere vivir anclado en paradigmas hídricos del pasado que ya no tienen cabida en un escenario de calentamiento global. Allá ellos.