Los 248 km/h que se midieron en el tinerfeño observatorio de Izaña, a 2.400 metros de altitud, (28 de noviembre de 2005, a las 20:31) son una buena muestra de que, en nuestro país, se pueden alcanzar rachas significativas. Como referencia, un huracán alcanza categoría 5, la máxima, a partir de los 250 km/h.

Más modestos, por supuesto, son los máximos de Castelló (113), València (117) o Murcia (108). Sin embargo, si analizamos los valores medios, la mayor parte del territorio se sitúa en los 3 m/s, cerca de 11 km/h. De hecho, la práctica totalidad queda por debajo de los 5 m/s (18 km/h). Los territorios por encima son exclusivamente montañosos, si bien Canarias, como veremos, rompe esta regla. Y no sirve cualquier montaña. Entre 5 y 7 m/s (18-25,2) tenemos las mayores altitudes de los Montes de León y las Cordilleras Cantábrica y Central. Solo la culminación de la Cantábrica, Peña Cerredo, a 2.648 metros de altitud, aporta promedios superiores. En las Béticas, más al sur, y a pesar de su altitud, solo el sector más elevado de Sierra Nevada queda en este rango. Nada para Sierra Morena, Montes de Toledo o la Ibérica, de menor enjundia y/o más al este y, por tanto, protegida de los vientos dominantes del oeste. El Pirineo recupera los valores superiores a 5 m/s (18 km/h), con el eje de la cordillera por encima de 7, pero solo en el aragonés y catalán, y no en el navarro, que apenas alcanza los 1.500 metros.

Por tanto, el mapa de vientos es un reflejo fiel de la espiral de Eckman que reproduce el aumento del viento y su desvío con la altura. Canarias es la excepción, ya que dos islas de baja altitud como las orientales, Lanzarote y Fuerteventura, alcanzan promedios superiores a 5 m/s. La Palma y Tenerife superan los 7 (25,2 km/h) con el Teide como único enclave por encima de los 9 m/s (32,4 km/h).