El pasado día 17 de octubre, el alcalde Joan Ribó lanzó la iniciativa para un posible corredor verde a lo largo del nuevo cauce del río, que conectaría el parque natural de la Albufera con el parque natural del Turia. Como es conocido, este canal se planteó hace casi 50 años para absorber una posible nueva avenida extraordinaria, después de la trágica riada de 1957.

El denominado Plan Sur (1961) se aprobó tras descartarse las soluciones Centro y Norte. Su ejecución transformó radicalmente el paisaje meridional de la huerta y aunque supuestamente dejaba a salvo a la ciudad frente a una nueva amenaza, causó nuevos y graves conflictos, algunos de los cuales ya no tienen solución, otros quedaron sin resolver. La decisión arrasó huerta productiva y alquerías, provocando el desplazamiento y desarraigo de muchas familias, aislando a otras muchas, al generar una discontinuidad y efecto barrera a todos los niveles. Así lo atestigua parte de la memoria colectiva recogida en el documento «Ara vindran les màquines», presentado recientemente en Castellar-Oliveral por sus autoras Anaïs Florin y Alba Herrero.

A ambas márgenes del cauce, sendas autovías -hoy V-30-, agravaron el efecto frontera y aumentaron la contaminación acústica y ambiental de la zona. El resultado, una gran herida en el territorio, nada que se parezca a un río, una brecha de 12 kilómetros de largo por casi 200 metros de ancho que no ha merecido hasta el momento la menor reconsideración ni propósito de mejora ambiental y paisajística por parte de la administración. Ahora se plantea por primera vez la oportunidad de transformación de este espacio.

Su evolución de canal a río, convertido en un verdadero conector ecológico, permitiría una mejora muy significativa de la infraestructura verde de la ciudad de València y su área metropolitana. Conectar con su entorno en lugar de dividirlo, proporcionar nuevos hábitats a la fauna, acercar a la gente al paisaje, aprender de la naturaleza€ Son solo algunos de los potenciales de este silencioso espacio que pide a gritos una nueva vida. Se abre la posibilidad a un ambicioso proyecto de ámbito metropolitano, que debería ser multidisciplinar y colaborativo para devolver este inhóspito espacio a las personas. Obviamente, debe ser posible sin comprometer la función básica para la que se creó.

Disponemos de excelentes ejemplos en el mundo, así como de tecnología adecuada para garantizar la seguridad. Muchas ciudades llevan décadas transformando grandes obras de ingeniería civil en espacios verdes y de relación para la ciudadanía, por ejemplo convirtiendo autopistas urbanas en parques lineales, restaurando canteras para usos culturales, o renaturalizando ríos abandonados aprovechando su gran potencial ecológico, paisajístico y social.

En València, tras el desvío del Turia del centro de la ciudad, tenemos otra oportunidad para establecer un nuevo diálogo con la naturaleza, para entender y aprender de su dinamismo. ¿Por qué no crear un paisaje fluvial que pueda sintonizar con los flujos y posibles avenidas del agua?... Con vegetación de ribera adaptada, caminos y zonas inundables, equipado con instalaciones más o menos efímeras, de bajo coste, diseñadas para desaparecer y regenerarse ante eventuales crecidas. Un paisaje en movimiento que nos recuerde que la naturaleza solo nos crea la falsa ilusión de que la podemos controlar.

El tiempo transcurrido desde la construcción del nuevo cauce requiere una revisión de los parámetros técnicos con los que se proyectó. Sus consecuencias territoriales obligan a repensar teniendo en cuenta las actuales circunstancias urbanísticas (tras el crecimiento del suelo urbanizado en su llanura de inundación), el desafío del cambio climático, la nueva cultura del agua y del paisaje.

Es momento de continuar el debate iniciado llevándolo a los principales territorios afectados. Junto con la administración y equipos técnicos, una transformación de esta magnitud debe ir de la mano de la ciudadanía, sobre todo de quienes siguen sufriendo las consecuencias de aquella decisión. Solo un trabajo colectivo, basado en herramientas participativas de calidad, puede de nuevo fortalecer la maltrecha identidad comunitaria de los Poblados del Sur.