El concepto de ola de frío centra uno de los debates actuales en el mundo de la meteorología. Anteayer se vivió en la mayor parte de España la noche más gélida del invierno. En los últimos días, incluso a pleno sol, la gente ha tenido que abrigarse más de la cuenta por el viento. Sin embargo, está por ver si este episodio ha sido o no una ola de frío real, ya que dos de las claves para que se pueda considerar como tal son la persistencia y que las mínimas estén por debajo de determinados umbrales en un conjunto amplio de observatorios y no sólo en unos cuantos. Estos son algunos de los criterios que usa la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) para determinar, desde el punto de vista técnico, o meteorológico, lo que es una ola de frío. En los últimos años el trabajo pionero de César Rodríguez Ballesteros ha aportado una excelente base para ese objetivo y se han podido analizar y distinguir las olas de frío que se han producido en España en las últimas décadas. Comparto en esencia la mayoría de los criterios de Aemet, pero no deja de ser cierto que a veces los umbrales que se utilizan para las clasificaciones científicas no coinciden necesariamente con la percepción de la calle. No obstante, quizá se pueda ampliar, que no corregir, el concepto. Como sostiene José Antonio Maldonado, uno de los hombres del tiempo más populares de la historia de España, el frío es un concepto subjetivo y, realmente, lo que todo el mundo deberíamos considerar es si las temperaturas están o no por debajo de lo normal. En nuestro país el invierno es propenso a dos tipos de escenarios que nos mueven a hablar de «frío». El primero, el más habitual, es el que se dio desde principios de mes hasta mediados de esta semana, con noches heladoras que contrastaban con un ambiente tibio y soleado en las horas centrales del día (salvo en zonas de niebla). Se trataba de heladas nocturnas por radiación, propias de estas fechas por la larga duración de la noche y los cielos despejados con viento en calma. El segundo escenario, menos frecuente, son las advecciones frías, con la llegada de masas de aire polar que entran en España. A veces, pese a que la sensación térmica es glacial, estas advecciones de aire polar reducen el enfriamiento nocturno a causa del viento, pero durante el día, cuando la gente hace vida en el exterior, impiden que los termómetros alcancen valores normales y hace más frío de la cuenta a mediodía, por lo que lo notamos mucho más, ya que no conseguimos alcanzar el confort térmico en ningún momento, ni de día ni de noche. El climatólogo Inocencio Font Tullot desglosó hace décadas estas diferencias entre fríos de radiación y de advección, al aclarar que en el caso de los primeros lo más notable son las bajas temperaturas nocturnas (mínimas), mientras que en los segundos lo llamativo y anómalo son los bajos valores diurnos (máximas). Teniendo en cuenta todo ello quizá no sea mala idea que en el concepto de ola de frío se estudie la posibilidad de tener en cuenta como patrón no sólo las mínimas, sino también la temperatura media del día, es decir, el promedio entre máximas y mínimas. Quizá con ello se pueda acercar, en parte, el criterio científico al de la percepción de la gente, aunque por supuesto considero que el factor persistencia es una clave fundamental y que en ningún caso se debe considerar ola de frío un episodio muy corto.