Quiero hablaros de las relaciones dentro del mundo de la política, de las redes de contactos que se tejen en los eventos, de la hipocresía visual que se respira ahí, de la cortesía sobreactuada que transmite desconfianza, de la información que una recibe en ciertos lugares por estar en ese momento, de las peticiones y devoluciones de favores, de cómo más de uno/a, hombre y mujer, sea quien sea, parece groupie aunque en la versión política. A esos eventos acude de todo, no… de todo no, la clase trabajadora no suele moverse por esos ambientes, acude gente esperando su oportunidad de que alguien le adopte para un posible puesto. Acude gente para promocionar un algo, un producto, su imagen… no sabría deciros, solo diré que es muy triste lo que se ve, la miseria humana de de la opulencia, porque el modelo económico que tenemos, llamado neoliberalismo, ha llevado a nuestras sociedades a un individualismo extremo de «sálvese quien pueda»... y móntese un red de contactos por arriba, en las élites, en la riqueza.

Decía Gloria Fuertes en uno de sus poemas Mi sitio es estar en medio del pueblo, y ser un medio del pueblo, para servir solo al pueblo. Estoy con el pueblo de donde vine y adonde voy para quedarme. Así me siento cada vez que acudo a un «evento» de esos en donde se concentra la «alta sociedad», la clase política antagónica, los grandes empresarios, los lobbies y… todo aquel que vaya con su mejor traje. La primera pregunta que me ronda cuando he de ir a una cosa de esas es «¿Qué ponerme?» y la respuesta: «No te disfraces, sé tú misma, ve cómoda pero bonita». Luego ronda la pregunta de ¿qué actitud mostrar? La que mostraría una en otro lugar, la sonrisa, pero la de verdad, no esa falsa que nace de manera artificial debido a moverse tanto en esos ambientes, no esa que quiere vender o conseguir algo… y la educación recibida, que si el usted, el cómo está, qué tal todo. Y, sobre todo, representar a Podemos, porque guste o no es el partido de la gente y para la gente.

La anécdota de esos sitios es que al no conocer a las élites, pues cuando una saluda no sabe si preguntarle su nombre y que te diga: ¿Cómo es posible que no sepas quien soy? A lo mejor resulta que es el presidente de un banco. No voy a negar que no me siento cómoda, que me siento fuera de lugar y que aprendo a estar ahí para que sepan que hay más gente que aquella, lo que se llama el pueblo llano.

Mientras en el mundo real hay noticias como que es investigada una cooperativa de Castelló porque no permite a sus empleadas ir al baño y prácticamente se ven obligadas a orinarse encima, o tenemos a ciudadanos y ciudadanas durmiendo en los alrededores del Botánico de València, o personas sin habitación propia en situación de exclusión social. Realidades que constatan que las políticas públicas no garantizan una vida digna.

Y encima, los personajes que acuden a estos eventos, tienen la indecencia de culpabilizar a las personas excluidas, atribuyendo como causa de estas realidades «que están así porque no se lo han trabajado», la «cultura del esfuerzo», dicen. Falacia neoliberal que esconde la individualización de los problemas, que en realidad son colectivos, y que instalada en el «sentido común» arrasa con nuestros derechos sociales y nuestra capacidad colectiva de transformación social.

Y tiene fuerza, porque a pesar de estar sustentado en un modelo económico fracasado sigue arrinconando a parte de la sociedad.

Mientras sucede todo eso, una regresa al mundo real y es consciente de que necesitamos un nuevo proyecto de país, porque el que tenemos ya no funciona. Un proyecto que humanice las instituciones, que escuche las necesidades reales de su ciudadanía, desde la empatía, el conocimiento, la complicidad de reconocernos iguales, desde los cuidados, porque somos seres interdependientes, nos necesitamos para vivir con dignidad y felicidad.

Y a pesar de las incomodidades de compartir estos espacios, os decía que he aprendido una cosa. He aprendido que esto no va de eventos, no va de fiestas, no va de trajes, va de construir una sociedad más justa e igualitaria que nos haga más humanos, mejores personas y más felices, pero no sólo a una minoría, esta vez a todos y todas.

Esta vez tienes la posibilidad de escribir la historia tal y como tú la has soñado. Sólo hace falta creer en ti. En tu capacidad de cambiar, junto conmigo y con millones de personas esta sociedad injusta y desigual.

Unidas Podemos volverá a demostrar que sí se puede.

Esta vez, el 28 de abril, la historia la escribes tú.