«El que hagi caigut ha d'alçar-se./El que hagi perdut ha de lluitar./ Perquè ells vençuts d'avui son els vencedors de demà/i el mai més es tornarà ara mateix.».

Bertolt Brecht trd. Josep Fontana

Con el escrutinio electoral se sabrá quién vence o pierde en España y en la Comunitat Valenciana. Para un resultado fragmentado, como el previsto, cualquier vaticinio es incierto. No se trata de resultar la formación política más votada, sino de conseguir una mayoría de gobierno con diputados propios y afines. Hay experiencias recientes -en España, en Catalunya, en Andalucía- donde los partidos ganadores han sido relegados a ejercer oposición. Estas elecciones van a despejar dudas y dar sorpresas. Habrá disgustos, fracasados, hecatombes y opciones «ganadoras» que acaben arrumbadas. Se reconducirán tendencias.

Opacos. Los valencianos han vivido un período electoral estéril. El País Valenciano ha salido perdiendo. Ha sido errónea la elucubración para conectar la convocatoria de los comicios autonómicos a los generales de las 50 provincias españolas (más dos enclaves, Ceuta y Melilla). No ha amplificado la visibilidad del País Valenciano. Todo lo contrario. La Comunitat Valenciana ha quedado eclipsada por una encrucijada electoral trascendente. De cuyo desenlace depende el futuro de España. Era previsible que la piel de toro, tan celtibérica y dominante, difuminara el perfil de la cuarta autonomía más poblada, detrás de Andalucía, Catalunya y Madrid. Ha llegado la hora de los disgustados con el recuento de votos. Se conocerá la participación mermada y de qué manera se ha comportado la confluencia electoral para la baza de Ximo Puig. A rebufo del éxito o derrota de Pedro Sánchez, en su envite titánico para presidir el gobierno español los próximos cuatro años.

Diferencias. No será la primera vez que cuanto beneficia a unos en España, se convierte en contraproducente para otros en la Comunitat Valenciana. Mezclar dos convocatorias heterogéneas distorsiona la participación y el sentido del voto. Veremos lo que ocurre con las municipales del 26 de mayo que han quedado huérfanas. Cuando es previsible que ningún partido tenga diputados suficientes para gobernar en solitario y sin pactos definidos. El PSOE de José Luis Ábalos en la Comunitat Valenciana ha de pensar en los intereses de los valencianos. No en base a su personal ambición de poder. De nuevo el posibilismo amenaza. Ferraz no cree en el PSPV. El PPCV de Isabel Bonig y María José Catalá -en sus horas más bajas por la infame corrupción generalizada en sus filas- tiene la suerte de contar con la endeble competencia de Ciudadanos, encabezado por Toni Cantó. Más orientado a la escenificación tópica que a la construcción de un proyecto político creíble. Por el flanco de la derecha franquista tiene su adversario en Vox con perspectivas imprevisibles. Tanto Ciudadanos como la formación de Santiago Abascal en la Comunitat Valenciana, tienen su historial limpio de malversaciones y cohechos. No han tenido ocasión. A la escopeta nacional aún no le han puesto pólvora. No se desea votar a quien está contaminado por la corrupción.

Progresistas. Aunque la candidata del PPCV, Isabel Bonig, insiste en que nadie le gana a progresista, ese campo ideológico está configurado por Unidas Podemos-Esquerra Unida y por Compromís, de ámbito valenciano. La coalición valencianista ha difuminado su singularidad. Es la única formación con experiencia de gobierno que tiene su sede en el País Valenciano. No sigue directrices ni debe obediencia a ningún partido con sede en Madrid, Barcelona o Bilbao. Ni con ramificaciones en el Estado español. Peculiaridad que no pueden exhibir PP, PSOE, Podemos, Ciudadanos, Esquerra Unida ni Vox. Compromís debería marcar los factores que le distinguen y separan, tanto de sus exsocios del Consell del Botànic, como del bloque de derechas que gobierna en Andalucía, tras la derrota de Susana Díaz. Cuando cedió la Junta a Juan M. Moreno, del PP, en coalición con Ciudadanos. Respaldados por Vox.

Singulares. Hay posibles votantes que buscan, desean y requieren partidos que, dentro del espectro ideológico, defiendan los intereses de los valencianos y sus señas de identidad. Lejos de cualquier injerencia o sometimiento a partidos afincados en el Estado español. Compromís no ha logrado catapultar su marcada personalidad valenciana ni hacer valer sus premisas diferenciales ni la acción de gobierno desarrollada en la última legislatura. En política triunfa quien se significa, se visualiza y consigue diferenciarse del resto de opciones en liza.

Es conocido el discurso progresista de Podemos, Izquierda Unida o la afinidad estatal del PSOE, en su configuración socialdemócrata de centroizquierda. Al socaire de refugiados, indigentes, necesitados y géneros desfavorecidos, hay muchos. El espacio político valencianista y de progreso corresponde, de momento, a Compromís en solitario. Es su oportunidad para diferenciarse de afines y competidores. Por sus obras los conoceréis. Por vuestra valencianía, os votarán.