Año tras año, generación tras generación, la llegada del mes de junio se asocia para muchos estudiantes a la angustia de la Selectividad. Alumnos, padres y profesores sufren la presión de unos exámenes y de unos resultados que condicionarán para siempre la vida de aquellos que han cursado 2º de bachillerato. Nunca he olvidado el nerviosismo y la tensión con la que viví en 1980 los exámenes del selectivo. Entonces no nos evaluaban de todas las asignaturas, realizábamos un Comentario de texto independiente de Castellano y asistíamos a una Conferencia de la que tomábamos notas y después la reelaborábamos en un texto. Con aprobar el selectivo entrábamos en casi todas las carreras, pese a ello la tensión era enorme. Como profesor de COU y de Bachillerato nunca olvidé mi experiencia personal e intenté siempre desdramatizar la Selectividad. Lamentablemente la situación se fue complicando con las notas de corte para entrar en las carreras universitarias. Paradójicamente la actual EvAU propone una evaluación basada en los contenidos en discordancia con los métodos modernos de evaluación por competencias que propugna el aprendizaje constructivista. Muchos profesores de bachillerato se quejan de que los currículos oficiales de las asignaturas son abrumadores; es el caso de Química.

Con el selectivo reevaluamos lo que ya han valorado los docentes de los centros educativos. El sistema actual hace que por décimas o centésimas nuestros chavales puedan estudiar o no la carrera universitaria que eligieron. Los médicos, ingenieros o arquitectos del mañana dependen de calificaciones matemáticas que incluyen decimales. Es injusto que se hipoteque el futuro valorando la arbitrariedad de una décima que puede obedecer a factores incontrolables como: correcciones realizadas con rapidez, preguntas que no se plantearon claramente, exámenes sencillos o muy dificultosos, correctores estrictos o laxos…

Queremos fomentar las humanidades pero hemos convertido la Filosofía en una asignatura optativa en las pruebas; en esta disciplina se evitaría la sensación de subjetividad y se ganaría en transparencia si se ofrecieran unas buenas rúbricas para las correcciones. A la Literatura, dependiendo de comunidades autónomas, se le da más importancia o menos. El Valenciano tienen unos criterios evaluativos agresivos ya que por ortografía se puede descontar sin límite en cada una de las preguntas; en esta materia es un contrasentido que exista una cuestión de oralidad en un examen escrito. La prueba de latín de la convocatoria actual ha sido especialmente compleja para una asignatura con un escaso número de alumnos. En Lengua Castellana y Literatura, durante muchísimos años, los profesores se quejaban de que no daba tiempo a realizar la prueba y los especialistas se encogían de hombros. Lo que ha ocurrido en Matemáticas II, con la especial dificultad del examen de esta convocatoria, ha sucedido tradicionalmente en Física pues siempre ha habido un enunciado con cierta pega que dificultaba sacar buena nota y ello frustraba las posibilidades del alumnado. El CSIF considera que lo ocurrido en Matemáticas II perjudica a los estudiantes y daña el prestigio del colectivo docente valenciano.

Se argumenta muchas veces que el selectivo sirve de criba pero quizás sería mucho más sensato realizar la selección en el primer curso universitario o plantear distintas pruebas en función de los estudios que se van a realizar y que todo el expediente académico del alumno, incluida la ESO, sea valorado. Muchos claman para que existan pruebas similares en toda España, algo complicado en un estado autonómico. Es necesario aplicar elementos correctivos para que no existan alumnos que partan con desventaja dependiendo de la comunidad autónoma en la que hayan estudiado.