Un par de meses largos atrás, pocos barruntaban que una situación así, como la que estamos albergando y pinta de cuajar a pesar de todo, podría llegar a producirse viniendo de donde venimos con una carga de convulsiones nada despreciable tras haber propiciado trances impertinentes un día sí y, otro, también . La plebe asiste expectante y atónita a las fórmulas que aún se barajan para la pretendida rentrée. De Neymar, naturalmente.

Si las formaciones que configuran la competición patria continúan estirando la soga a derecha e izquierda como en pocas ocasiones se recuerda, el brasileño se ha convertido en un adalid del sistema. Mira que los artilleros de las escuadras que nos representan han dejado a un lado el estado de ánimo y de necesidad por el que se retuerce la afición y, en lugar de fijar el objetivo en remediar la desazón y alentar sus pretensiones, han sacado toda la arcabucería para disparar contra los que están llamados a coaligarse pero es que, el de Mogi das Cruzes en Sao Paulo, ha soltado que la noche que más disfrutó en su vida fue con el sexto que le cayó en el Camp Nou a la sociedad que aún le ingresa la morterada que le endiña. El juego no fue siempre este por parte de todos los componentes, qué va. Iselín Santos Ovejero, defensa colchonero de los de armas tomar en los setenta, salía escopetado hacia donde había quedado retorciéndose de dolor Gárate tras la entrada de un contrario con las tijeras por detrás y, como era el ariete el que se acercaba a auxiliar a su agresor a fin de que se reincorporara, el compañero le decía: «José Eulogio, por lo menos no lo ayudes a levantarse, que me va a dar algo». Para quien no lo tenga en mente, Gárate no festejaba los goles por respeto al rival. Desde entonces las celebraciones tienden al desiderátum, cuentan con royalties y hasta se ha visto a un medianía ir a cantar un gol al córner donde representó la meada de un perrito que olisqueaba el hoyo al que enviaba a un adversario que bordeaba el desfiladero.

Con lo que parece faltar, no demos ideas.