Hay cosas que apelan directamente a la falta de entendimiento y educación. En otras épocas, desgraciadamente, amar a otra persona del mismo sexo era considerado, entre otras cosas, grito: ya saben 'maricóóóón'. Aludiendo al grito, me viene a la mente la proyección de una película. Sí, La ley del deseo de Pedro Almodóvar. Curiosamente, el cine es la única ficción objetiva y educativa. La mayoría de las veces nos muestra las faltas y nos sienta junto a nuestras imbecilidades. Por aquella época los jóvenes eramos funambulistas amonestados rápidamente por un mal paso... ¡Era habitual desollar liebres, conejos y personas!

El puritanismo es una cándida pose llena de contradicciones; además de no arriesgar en inteligencia, es pura causa de dogma escondido entre la petulancia. ¿Me acompañan al año 1988? Les propongo venir al cine, ¿aceptan? A las palomitas invito yo. A día de hoy, afortunadamente, nadie va al cine a descubrir lo que es la homosexualidad. El manchego, a los jóvenes de mi generación, nos abrió los ojos y nos hizo ver lo importante que es vivir sin prejuicios. También, atinadamente, nos mostró que junto al mismo en toda ocasión hay intención de 'asesinato'. ¿Qué es castrar? El porvenir de una muerte, no lo duden...

A día de hoy pocos padres repudian a sus hijos por ser homosexuales, aunque todavía queda alguno. Los jóvenes de hoy en día son melodía de comprensión por parte de la sociedad; afortunadamente el pensamiento (la mayoría de las veces) se elabora con el respeto y la tolerancia, hemos entendido que la moral no es teoría común y cada persona tiene sus principios: y también sus finales. Y aunque sigue habiendo corrillos, mejor dicho grupillos (los del whatsapp) no son voz escondida entre una ventana que grita 'maricón'.

Ay, qué ganas me dan de decir a los pocos que todavía lo piensan, que ser homosexual no es una enfermedad. La enfermedad es morir lentamente junto a la fiebre de la intolerancia y el prejuicio. Creo, que el corazón deja de latir muchas veces en la vida, principalmente si tiene que llorar constantemente y no es acariciado por las manos del amor...

Desde Conde Duque 9 me despido recordando una escena de la película La ley del deseo. Emulo a Carmen Maura y le pido a un operario municipal que me alivie el sofocante calor de los días de julio: ¡Riégueme! No se corte.