He asistido con perplejidad al debate en los medios de comunicación sobre la ampliación del puerto de València. Un debate enconado y enrarecido por falsedades que seguro le dolerán a su presidente Aurelio Martínez, al que transmito mi solidaridad por ello. Desde la frialdad de verlo desde lejos traslado mi opinión para contribuir a una solución. Quizá sorprenda mi decisión, porque sale desde un puerto que está en competencia, pero siempre he creído que el bien común no está reñido con el particular sino más bien al contrario.

Por resumir las posiciones, con la simplificación que conlleva, hay un primer grupo de colectivos que cuestionan la ampliación por el efecto negativo que podría tener sobre las playas, tanto por posibles dragados que pudieran hacerse frente a las costas, como por regresiones que pudiera ocasionar en las playas. Así mismo cuestionan el acceso norte para camiones como también lo hace el Alcalde de València, que además pide una conexión ferroviaria con la nueva terminal para disminuir el impacto del tráfico rodado. Además de la posición política de este primer grupo, muy respetable y razonable, esta parte cuestiona la validez de la declaración de impacto ambiental otorgada en su día, habida cuenta que la ampliación licitada es notablemente distinta de la prevista en su día.

Hay un segundo grupo integrado por el puerto de Valencia, los empresarios de todos los sectores y la empresa seleccionada para realizar la ampliación (propiedad mayoritaria de MSC). Este grupo defiende la necesidad de hacer la ampliación principalmente por su impacto económico positivo, por la necesidad de importar y exportar con la máxima competitividad para las empresas valencianas y para que el puerto pueda seguir en la senda de crecimiento. Además, la Autoridad Portuaria esgrime diversos informes jurídicos que avalan la validez de la DIA.

Existe un tercer grupo integrado por un grupúsculos puertofóbicos que se oponen por principio a cualquier ampliación, no sólo del puerto de València sino también de otros puertos, y que en este caso se camufla con piel de cordero dentro de la primera parte asumiendo sus argumentos. Su posición maquiavélica utiliza ese camuflaje como medio para conseguir su fin, que en su escenario ideal sería la desaparición de los puertos. Esta posición radical, llena de hipocresía porque no obra con coherencia al utilizar sus miembros en su vida diaria multitud de artículos importados por vía marítima (que suponen el 80% del total importado), es respetable como cualquier idea que se defienda sin violencia, pero no es razonable y no dedicaré ni un segundo a discutirla porque sería como lavar la cabeza a un burro: no vale para nada, se pierde el champú y la categoría.

Conociendo como conozco muchas personas de los dos grupos primeros puedo asegurar que no veo nada en sus posiciones que no sea conjugable. Las dudas sobre la afección de la ampliación en las playas son razonables porque en el pasado el puerto las afectó notablemente al adentrarse en el mar. Sin embargo la ampliación prevista se puede y se debe hacer sin afectar a las playas ni en un grano de arena, dado que sólo afecta a aguas abrigadas, interiores a los diques del puerto, y por tanto no tiene repercusión en la dinámica de la costa. El puerto de València podría garantizar con informes científico-técnicos, o de otras formas convincentes y con compromisos verificables, que eso será así y debe esforzarse en ello.

La conexión ferroviaria que reclama el alcalde es necesaria y conociendo a MSC estoy seguro que también la desean. Hay que tener en cuenta que MSC se ha destacado por su apuesta por el ferrocarril a escala internacional hasta el punto de tener una empresa operadora de ferrocarril y que en su estrategia, que no está en papel sino en desarrollo práctico, está el incrementar el uso ferroviario por motivos económicos y de respeto medioambiental.

Respecto a la validez de la DIA, entiendo que nadie debe asumir empezar una ampliación con esa duda porque sería el peor camino posible ya que con toda probabilidad quedaría paralizada ante una denuncia. Está bien que haya informes jurídicos que avalen su validez pero eso es una condición necesaria aunque no suficiente ante un juzgado. Quien tiene que certificar que la DIA es válida es quien tiene la responsabilidad de otorgarla: el Ministerio de Medio Ambiente. Si lo hace ya no habrá más discusión y si su respuesta es negativa el único camino es obtener una nueva DIA en el tiempo más corto posible.

Respecto al acceso viario norte, en mi opinión es un debate viciado por la historia. El puerto sería deseable que tuviera otro acceso para evitar la saturación del actual y también por seguridad, pero el lugar por donde hacerlo y su trazado debería ser fruto de un consenso social. De otra forma no saldrá adelante aunque sea submarino porque, aún así, los camiones tendrán que llegar y salir de su entrada por tierra y por tanto el trazado hasta ese punto requiere del consenso. Otra cuestión importante es ajustar su coste real desde el principio sin hacer trampas propias de otras épocas. Ya no es asumible presentarlo muy por debajo de su coste para que se apruebe y después disparar su coste en la licitación y ejecución.

Resumiendo, estoy seguro que con diálogo, y en poco tiempo, el problema de la ampliación desaparecerá porque las posturas de los grupos 1 y 2 son razonables y compartidas por todos ellos. No sólo son conjugables, es que conjugarlas fortalece la solución. Sólo es necesario ponerse a hablar con buena voluntad, con las ideas claras y no dejando que el grupo 3 lo contamine con sus intereses maquiavélicos. El nuevo acceso requerirá de más tiempo pero estoy seguro que se puede encontrar un trazado de consenso.

La ampliación del puerto de València es necesaria no solo para que pueda crecer. Es necesaria para que no decrezca dramáticamente. El puerto es un gigante con los pies de barro porque el 54% de su tráfico de contenedores es de trasbordo y por tanto no tiene raíces en ese puerto y puede trasladarse a cualquier otro en poco tiempo. Ya ha pasado con otros puertos en la historia y arrastró parte de otros tráficos por la pérdida de conectividad que conlleva. La ampliación pone al puerto de València en el siglo XXI por su apuesta por la automatización, que le dará la fuerza necesaria para competir con otros puertos que ya lo están haciendo. Esa es la garantía para evitar que el trasbordo desaparezca. La ampliación es pues irrenunciable y posible si se hace con las garantías de sostenibilidad que son compartidas por los grupos 1 y 2.dedicada a ello.