Fuimos muchos los que alimentamos como sospecha que el Sr. Presidente en funciones había configurado un fantasma en su cabeza que le guiaba en el logro de desconcertar a todos sus posibles socios sin darles a conocer sus verdaderas intenciones. A estas alturas del calendario nos topamos con que la sospecha se ha trocado en una convicción: estamos ante el estado de cosas que el Sr. Presidente ha deseado y urdido.

La obligada búsqueda de un pacto, constitucionalmente inevitable cuando solo 123 diputados constituyen el propio haber, parece haber sido suplantada por la macronización de un liderazgo. Se ha presentado como una enseñanza de la política portuguesa lo que, en realidad, rehúye una obligación constitucional: el logro de un pacto que puede turbar sus sueños, pero que fortalecerá un gobierno en su quehacer parlamentario a lo largo de cuatro años.

Al día siguiente de consolidar la necesidad de unas nuevas elecciones se abrió un proceso en el que la ley solo prescribe ocho días de campaña electoral. Y, sin embargo, todos los líderes se han lanzado a una frenética campaña. Al proceder de este modo han dado una muestra inequívoca de no haber entendido que la ley establece tan reducido plazo de campaña porque supone que todas las promesas trenzadas con las críticas a otras opciones políticas ya han sido difundidas. A estas alturas la ley requiere que los electores maduren y decidan su voto. La ley otorga una clara primacía al silencio y, sin embargo, líderes y partidos actúan al margen de la ley electoral; solo obedecen al marketing y, por ello, han venido inundando cualquier espacio informativo.

Creo en la ley y preferiría gozar del silencio. Como yo, otros importantes colectivos madurarán en silencio el poder de sus convicciones y la fortaleza de sus deseos. Las situaciones de conflicto requieren madurar las decisiones en silencio, sin precipitación y buscando optimizar cuantos logros ha generado la sociedad. ¿Qué reflexiones orientarán el voto del anciano que, falto de fuerzas, ha renunciado a salir de paseo a la calle de su barrio?, ¿qué motivos moverán a los padres que no ven suficientemente atendidos a sus hijos que precisan de una educación especial?, ¿qué deseos conformarán la actitud de los jóvenes que siguen sin disponer de un espacio laboral en el que conformar su proyecto de futuro?. La reflexión al analizar las propias necesidades configurará los propios espacios y rechazará los que otros tratan de imponernos. Hoy más que nunca todo invita a la reflexión como medio de atenuar el ruido.