Muchos la veíamos al amanecer camino de la estación de Renfe en Gandia. Dormida, tan tapada por las mantas en aquel banco que era imposible averiguar dónde comenzaban los pies y dónde su cabeza. A su lado, un hombre, igualmente tapado hasta arriba.

Conforme te ibas aproximando, un olor triste te abofeteaba el rostro, indicador de que el parque de la estación llevaba tiempo acogiendo a estas personas sin hogar. Restos de comida, botellas, harapos y enseres confirmaban su larga presencia allí.

Era sobre todo al regresar cuando la luz del día permitía apreciar signos que delataban el sufrimiento de ambos: pies hinchados, amoratados, el pelo greñudo, la mirada perdida...

En la noche más fría de la borrasca Gloria alguien alertó a la Policía de que la mujer permanecía inmóvil en el banco, tapada por mantas empapadas. Pero ya era tarde para ella.

Dicen que se llamaba Juliana y que murió de hipotermia bajo el aguacero. Que rechazaba la ayuda asistencial del ayuntamiento, de Cáritas o de Cruz Roja. Que se había pedido la intervención judicial para obligarla a aceptar las ayudas...

Pero los tiempos de la administración no siempre coinciden con los ritmos de aquellos que no poseen nada, y a Juliana su tiempo se le acabó en ese crudo temporal de enero.

Es indiferente que la alcaldesa de Gandia sea Diana Morant y pertenezca al PSOE o que se llame Arturo Torró y sea del PP. Da lo mismo que el alcalde de Carcaixent, donde falleció otro indigente al día siguiente, se llame Francesc Salom, de Compromís, o María Dolores Botella del PP.

También Joan Ribó conoció recientemente el trágico final de Luis en el banco donde llevaba viviendo veinte años. Las justificaciones son similares en todos los casos y difieren poco de las habidas en otras épocas, porque la desgracia no entiende de cambios políticos. Lo imperdonable es el olvido de las promesas: frente a ello sí que no caben excusas.

Morir de frío hoy nos indica que los modelos asistencialistas siguen siendo los de siempre y con ellos se repiten las explicaciones de antaño: no aceptación de horarios ni normas, el libre albedrío, las mascotas que les acompañan y de las que no se quieren separar...

A pesar del progresismo de algunos, no ha habido cambios sustanciales en la política hacia los más necesitados. Hay continuismo y mucho maquillaje.

En un rasgo de humanidad, alguien dejó flores en el banco de Juliana. Su gesto no oculta el gran fracaso de quienes deberían haber evitado este nuevo drama.