El otro día leí El Caballero de la armadura oxidada de Robert Fisher, que va por su 55ª edición, y me paré durante unos minutos a pensar en esa armadura que llevamos pegada a nuestra piel, impidiendo, a veces, ver con claridad la verdad, ese conocimiento que llevamos cada uno de nosotros y que en este libro se afirma que es la «verdad más poderosa que la espada». Pues con ese conocimiento tan poderoso podemos hacer frente al dragón del miedo y de la duda.

El miedo al contagio del coronavirus lleva unos días cortejándonos, intentando atraparnos con sus garras. No quiero que se entienda que no es importante este virus, pero sí el enfoque que podemos darle para evitar perder el equilibrio emocional y ser atrapados tras un enamoramiento envenenado por el miedo. El doctor y escritor Mario Alonso nos enseña en uno de sus libros que «la manera en la que enfocamos nuestra atención puede ser fuente de equilibrio o de desequilibrio». Para conseguir ese equilibrio es «tan importante entrenarse, ejercitarse en la capacidad de mantener la atención centrada». Es cierto que no resulta fácil mantener la atención centrada, a tenor del constante bombardeo sobre este virus maligno que se está expandiendo por todo el mundo y que nos recuerda películas donde, al cundir el pánico, muere mucha gente.

No debemos conformarnos con ser ese homo pantalicus, que nos muestra Gilles Lipovetsky en su libro La cultura-mundo, que no sabe hacer nada «por muy complicado o diminuto que sea, sin un ordenador por alguna parte...» Aunque nos hayamos transformado de homo sapiens a homo pantalicus, como dice Lipovetsky, me voy a quedar con que «tenemos que aprender a dudar», como muestra el filósofo José Carlos Ruiz en su libro El arte de pensar, convivir con las dudas es una realidad en la era de la posverdad, palabra de moda en 2016 y que «mucho me temo que nos va a acompañar durante bastante tiempo».

En esta era, las mentiras han llegado a un grado superlativo tocando nuestra fibra emocional porque «acudir al efecto emocional del ser humano es más rentable y mas sencillo que dotarle de pensamiento crítico» (Ruiz). La posverdad es una mentira bien contada. Sin embargo, la duda, como dice la filósofa Victoria Camps «es inquieta y es una aguafiestas». Me apunto a esa duda.

Con todo ello y pensando en la gran cantidad de información que estamos recibiendo sobre el coronavirus y sus maldades, déjenme que, utilizando la duda razonable, me quede en el término medio porque, como dice Aristóteles, es ideal para guiarnos en nuestra vida. Por último, voy a seguir los consejos de Rafael Santandreu, es decir, no hay que terribilizar, por el contrario, «hay que ocuparse y no preocuparse»; no estar tan pendientes de nuestra salud y disfrutar más de la vida, de lo que nos rodea. Aconseja Santandreu no perder de vista que la enfermedad, el dolor y la muerte «forman parte de la vida y no tienen por qué ser entendidas como desgracias inútiles que truncan la felicidad de las personas».