Yo he tenido que cambiar los hábitos como muchas personas debido al confinamiento obligado al que estamos sometidos todos durante las próximas semanas. En mi caso, nunca comía en casa. Comía de menú en bares y restaurantes cercanos. Ahora tengo que cocinarme. He empezado con lo más sencillo. Aunque le consulto a mi hermana Patricia lo más elemental. Ya me han pasado un libro de recetas de cocina de Karlos Arguiñano con más de mil recetas. Espero que la crisis termine antes.

Al no comer ni cenar en casa, otro hábito que yo tampoco frecuentaba era el de ir a comprar. Cuando vivía mi madre sí que iba al mercado casi todos los días. Me gusta ir aunque no comprara, simplemente por el gusto de verlo y recorrer los diferentes puestos. Siempre me detenía en el mismo. Los puestos de pescado y especialmente en los de mariscos. Me gustaba ver esas gambas rojas recién traídas de Dénia o los centollos con sus antenas todavía moviéndose por el mostrador.

Aquí en Fontanars dels Alforins donde permanezco confinado salgo solo lo imprescindible para ir a la farmacia, a comprar el pan o algo de fruta y carne. Lo necesario.

Las cosas parece que se han tranquilizado un poco. Los primeros días era una auténtica locura. Colas en la frutería, en la farmacia y en la carnicería con gente acaparando productos sin ton ni son como si del fin del mundo se tratara.

Cuando fui a la frutería de Rosa y Damián he de reconocer que me emocioné. Me saltaron las lágrimas y no pude contener la emoción. No porque no hubiera fruta, o estuvieran las estanterías vacías, que va, todo lo contrario, Damián se encarga todas las mañanas de ir con la furgoneta a Xátiva y traer el género fresco, sino por esa sensación de pánico que se ha creado cuando pensábamos que esto nunca nos iba a ocurrir a nosotros. Lo veíamos como muy lejano y muy poco probable, por no decir imposible, vivir una situación parecida. Pensábamos que estábamos tocados por el don de la opulencia y que nunca nos podría llegar a faltar de nada.

Pero, jamás que pudiera pasar algo así en la Europa profusa y rica. Ni en el peor de los escenarios podíamos pensar que pudiera ocurrir una cosa así.

Ahora debemos tomar conciencia de lo frágiles que somos y de que en cuestión de segundos la vida nos puede cambiar radicalmente.

Los que consigan salir de esto sanos y salvos, ojalá hayan aprendido la lección por el bien de la humanidad.

Cuando los Gobiernos de todo el mundo se reúnan para debatir políticas presupuestarias y fijen déficits que no deben extralimitarse para no aumentar el gasto público, piensen en la importancia de destinar dinero a la sanidad y la investigación, que son las políticas que realmente ayudan a salvar vidas humanas y dejen a un lado la economía, que solo sirve para que se llenen los bolsillos unos pocos.